PIERO BERNARDI
Donna despertó, tallándose la cara y bostezando. Cuando me vio sentado en el borde de la cama me sonrió de esa manera tan adorable que siempre me desarmaba. ¿En verdad podía dejarla ir tan fácil? Tal vez sí, pero yo me quedaría con el corazón roto.
—¿Estás bien? —pregunté mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja. ¿Cómo una mujer como ella, tan hermosa, talentosa y astuta, se quedaría al lado de un mafioso como yo? Ella buscaba ayudar a los demás mientras yo los destruía. ¿Cómo podría funcionar?
Bueno, si ella me daba la oportunidad, haría que funcionara. No me importaba hacer sacrificios ni venderle mi alma al diablo.
—Algo mareada… Conocer a Samantha Sforza fue… raro, ¿sabes? No es lo mismo leer noticias sobre ella que tenerla enfrente.
—¿Te asustaste o más bien estabas emocionada? —pregunté con media sonrisa.
—Supongo que ambas, fue como conocer a tu artista favorito y saber que tiene la facilidad de matarte y desaparecer tu cuerpo si así lo qui