LUCA MAGNANI
La castaña retrocedió con una sonrisa nerviosa y las palmas estiradas hacia Jerry, como si quisiera dar la pelea por terminada.
—¡Oye tú! —exclamé llamando su atención y cuando volteó hice un movimiento con la cabeza para que viniera hacia nosotros.
Sin chistar, sonrió de manera infantil y corrió con todas sus ganas, dejando a Carla noqueada en el piso y a Jerry sosteniendo su cara sangrante, mientras sus ojos se agudizaban con furia.
—¡Yo manejo! —gritó deslizándose por el cofre del auto y estirando la mano, esperando que le arrojara las llaves. ¿Estaba loca? ¿En verdad creía que le daría las llaves?