CRISTINE FERRERA
Todo el aire de mis pulmones escapó en cuanto vi los ojos furiosos de esa mujer. Apenas retrocedí un paso cuando el tiempo se congeló y los gritos de mis hijos me pusieron la piel de gallina. En el momento que ella movió su mano frente a mí no entendí lo que quería hacer, pero si alcancé a ver el filo de su navaja cuando este relumbró con las luces del lugar.
Cerré los ojos y traté de girar mi rostro, pero la distancia entre las dos no era mucha y sabía que había reaccionado tarde. Los gritos se elevaron, la sangre cayó en la alfombra roja pasando desapercibida, y todo se tornó negro al mismo tiempo. Los guardias de seguridad se abalanzaron hacia ella y la derribaron, mientras yo seguía estática. Entonces noté que no estaba al borde del desmayo y que esa oscuridad ante mis ojos pertenecía al saco del hombre que estaba delante de mí.
Levanté la mirada mientras los sonidos se ensordecían a mi alrededor y entonces lo vi, era Eliot. Mis ojos se llenaron de lágrimas y ar