— No te preocupes, querida neurótica, te invito a comer — Me dice el imbécil y mi paciencia llega a su límite.
— ¡Litia! Me llamo Litia, no soy ninguna neurótica, deja de llamarme así y no soy tu estúpida novia — Empiezo a gritar y me callo cuando me doy cuenta de que el ruido se ha detenido y los pasajeros snobs me miran como si fuera un bicho raro.
— Lo siento, creo que anoche, no la hice tan feliz como pensaba —dice el idiota con una espléndida sonrisa.
Abro la boca impresionada. ¿Qué diablos está insinuando?
— ¡Rodolphe! — Digo entre dientes.
— Querida, hemos avanzado, por lo menos ya no me dices imbécil, te juro que voy a recompensarte por lo de anoche — Repite.
Tira de mi mano y siento sus labios contra los míos, quiero empujarlo, pero en ese momento levanto la mirada y observo cómo la linda azafata que se le ofrecía en bandeja al principio del vi