El día avanzaba a pasos agigantados. Como pocas veces la ciudad estaba conmocionada por un tremendo ataque a la seguridad, a la armonía, a la paz.
La puerta del frente de la casa tenía marcado el número 5 en un fuerte rojo brillante.
La uniformada, acompañada de tres compañeras más, golpeó a la puerta, con fuerza.
Una vez que se abrió desde dentro, su rostro se volvió una piedra durísima, sin expresiones registrables.
-¿Usted es Betiana Partava?
Ella disimuló la sorpresa.
-Si...si...soy yo...no me digan que…
-Su hermano, estaba en la