Capítulo 16. ¡Qué no se le olvide que soy su jefe!
- ¡Dra., agradezco por llegar a tiempo! Augusto se levantó y gentilmente le ofreció una silla frente a él. Mientras le ofrecía la silla, la recorrió con sus ojos, ese trasero lo estaba volviendo loco, se sintió apenado por aquellos pensamientos tan placenteros que tenía con ella y que no lo dejaban concentrarse, ni dormir y menos trabajar.
- ¡Dra., la hice venir, hasta aquí, para pedirle que, por favor, trabaje para mí en el ministerio de salud!
- ¿Dr., me gusta la idea, pero quien va a cuidar de Susan?
- ¡No se preocupe, la anterior persona que la cuidaba, lo hará de nuevo, no es que me guste mucho, pero es de confianza!, perdón, Dra. ¿Qué quiere tomar?
- ¡Sorpréndame, Dr.! - Augusto pidió un par de vinos, que pronto estuvieron en la mesa.
- ¡Mi hija Carolina, la recomendó a usted, como una excelente asistente!
- ¡Sí, era una buena asistente hasta que un día usted me despidió y me dejó completamente en la calle! ¿Sabe? ¡Ese empleo era lo único que tenía para llevar comida a mi casa!