Capítulo 40: El hijo del monstruo.
Alejandra fue trasladada a la ciudad donde la estaba esperando Pierina, quien al final había dejado que la tía adoptiva de su nieta fuera a la isla, por temor a que ella provocará que las cosas no salieran de acuerdo al plan.
Por eso allí estaba en el aeropuerto, esperando ansiosa con una ambulancia para trasladar a su nieta al mejor hospital.
Mientras lo hacía caminaba de un lado a otro, sin poder contener esa mezcla de temor, euforia, expectativa y alegría que se agitaba en su interior por partes iguales.
Cuando la bajaron y pudo ver su pálido rostro, su corazón saltó de alegría, aunque había amado a los niños Hall como si hubiesen sido sus propios nietos. Ver a la pequeña Alejandra había desatado unos sentimientos indescriptibles en ella.
Se había imaginado que no encontraría a nadie en esta vida, que llevara su sangre, que no abrazaría a su hija ni a su nieta, y muchas veces se llegó a preguntar por qué el destino había sido no solo duro, sino extremadamente cruel con ella y