Aria
No sé en qué momento perdí el control.
Tal vez fue la noche que Alexei Volkova me salvó sin decir una palabra. O quizás fue antes, cuando sus ojos me atravesaron como cuchillas de hielo y aun así no pude apartar la mirada.
Lo que sí sé es que hoy… hoy ya no puedo seguir fingiendo que no siento nada.
—No se supone que esto esté pasando —murmuro, como si mi reflejo en el espejo pudiera responderme.
Llevo una blusa de seda que elegí por impulso, de esas que cuelgan con descuido, como si no importara lo que insinúan. El pantalón entallado no ayuda. No ayuda nada. Pero hay una reunión con el e
AlexeiNo me gusta admitir debilidades. No me gusta reconocer que hay cosas que escapan de mi control. Pero ella… Aria me saca de mí mismo. No importa cuánto intente evitarlo, mantenerme lejos de ella se ha vuelto una batalla perdida desde el primer maldito día.Hoy debería haber sido un día como cualquier otro: reuniones aburridas, amenazas veladas, y otro par de negocios que huelen a sangre y pólvora. Pero no. Hoy, lo que me hizo perder el control no fue el riesgo de un arma apuntándome a la cabeza… sino verla a ella, cruzando la puerta de mi oficina como si no supiera que cada paso suyo me desarma.Y claro, lleva ese maldito vestido negro. Ese que se pega a su cuerpo como si supiera exactamente qué bot
AriaHay decisiones que se sienten como balas al corazón. No porque maten, sino porque atraviesan. Lentamente, sin anestesia, dejando una cicatriz que duele más con el tiempo. Tomé una de esas decisiones esta mañana. No fue heroica ni romántica. Fue necesaria. Y como todas las cosas necesarias, me costó más de lo que debería admitir.Estaba en mi apartamento, mirando el teléfono con los nudillos blancos por la presión. El número de Volkova iluminaba la pantalla como si fuera una promesa… o una sentencia. No contesté. No porque no quisiera escucharlo, sino porque si lo hacía, mi resolución se desharía como azúcar en café caliente.—Maldita sea&h
AlexeiLa lluvia golpeaba los ventanales como si quisiera irrumpir en mi refugio, ese ático maldito donde todo estaba cuidadosamente calculado para mantener a la gente afuera… y a mí dentro. Solitario. Intocable. Controlado.Hasta que ella.Aria caminaba por mi espacio como si nunca hubiese sido ajeno. Como si su presencia no fuera una amenaza silenciosa para todo lo que creía tener bajo llave. Cada mirada suya, cada comentario cargado de ironía y dulzura al mismo tiempo, era una grieta en la muralla que tardé años en construir.Y maldita sea, empezaba a no importarme.—¿Sabes que si sigues mirando la ventana a
AriaNunca imaginé que mi vida sería una jaula dorada. Todos esos lujos, las sonrisas falsas y las apariencias que tengo que mantener… pero nada de eso me hacía sentir libre. Al contrario, todo lo que me rodeaba me mantenía encadenada. Y ahora, la única salida que mi familia real veía para mí era un matrimonio arreglado con un príncipe del que nada sabía, salvo que mi destino y el suyo estaban atados por la corona, no por el amor.“La princesa Aria, ¿te das cuenta de lo que esto significa?”, me dijo mi madre con una sonrisa tan fría que ni el sol de la mañana lograba derretirla. “El matrimonio con el príncipe Alexei es una oportunidad para nuestra familia. Es un compromiso de sangre, de poder, de influencia.”Sí, claro. Solo faltaba añadir “y de sumisión”. Porque eso era lo que sentía al escucharla hablar: un compromiso, pero no el mío, sino el de mi libertad. Sus palabras eran un susurro de promesas vacías, de sacrificios ocultos bajo una fachada de brillo y glamour.Cuando mis ojos
AlexeiEl reloj en la pared me observa con impaciencia. Otra reunión, otro día, otra obligación. El peso de mi familia, de mi deber, me aplasta con la misma intensidad que el día anterior, y el día anterior a ese. El compromiso con Aria es solo una parte más de un juego que nunca quise jugar. Pero aquí estoy, atrapado en la telaraña de la realeza, donde cada movimiento está controlado, cada palabra calculada. Nada más que una marioneta en manos de aquellos que deberían haberme protegido.A veces me pregunto por qué me siento tan desconectado de todo esto. Si no fuera por el deber, si no fuera por mi familia, ¿realmente querría estar aquí? ¿Realmente querría ser el príncipe? No tengo una respuesta clara. Solo sé que me están manipulando, y lo peor es que no puedo hacer nada al respecto.El día después de la rueda de prensa fue un caos absoluto. Aria, esa princesa insoportable, no dejó de darme dolores de cabeza. Cuando la conocí en público, su comportamiento fue lo que esperaba: distan
AriaEl cielo estaba cubierto de nubes oscuras, la tormenta llegaba con furia. A través de las ventanas del palacio, el viento azotaba los cristales, anunciando la llegada de la tormenta que todos temían. La electricidad en el aire era palpable, como si el mismo cielo estuviera dispuesto a romperse. Y, en medio de todo eso, yo me encontraba en el salón de estar, atrapada en el mismo lugar que Alexei, obligado por circunstancias más allá de nuestro control."Perfecto", murmuré para mí misma, buscando un rincón donde escapar de la mirada penetrante del príncipe. Si las cosas fueran diferentes, si mi vida fuera solo mía, tal vez podría haberme refugiado en el jardín, alejarme de las paredes frías del palacio. Pero no. Hoy, el destino tenía otros planes para mí.Alexei estaba allí, como siempre, impecable, pero con esa ligera tensión que ahora conocía bien. Podía ver la lucha en sus ojos, esa ira contenida, esa frustración con todo lo que no podía controlar. Él también estaba atrapado. Y,
AlexeiLa noche estaba cargada de una calma tensa, como si el aire mismo se estuviera conteniendo, esperando que algo estallara. La gala, como todas las demás, se desarrollaba con su aire artificial de perfección, las sonrisas perfectas, las conversaciones perfectas, las cámaras enfocando cada paso, cada gesto, cada mirada. Y ahí estábamos nosotros, Aria y yo, de nuevo jugando nuestro papel en esta farsa.La boda se acercaba, y con ella, una sensación de inevitabilidad que no podía sacudirme. Estaba atrapado en un mundo de deber y expectativas, donde mis propios deseos no importaban. Pero Aria… Aria no lo hacía más fácil. Cada vez que la veía, cada vez que me enfrentaba a su mirada desafiante, algo dentro de m
AriaEl vestido que llevaba puesto me asfixiaba. No por lo ajustado del corsé ni por la opulencia de la tela, sino porque era un recordatorio de la farsa en la que estaba atrapada. La princesa perfecta. La prometida ejemplar. La futura reina de un país que apenas conocía.Y Alexei…Él también estaba jugando su papel a la perfección. Demasiado bien. Desde aquel beso bajo la luna, algo en él había cambiado. O tal vez era solo mi percepción la que se había alterado. Ahora parecía más atento, más… humano. Y eso era lo que más me aterraba.Los flashes de las cámaras seguían cegándome mientras sonreía para la prensa, con su mano desc