Aria
No sé en qué momento perdí el control.
Tal vez fue la noche que Alexei Volkova me salvó sin decir una palabra. O quizás fue antes, cuando sus ojos me atravesaron como cuchillas de hielo y aun así no pude apartar la mirada.
Lo que sí sé es que hoy… hoy ya no puedo seguir fingiendo que no siento nada.
—No se supone que esto esté pasando —murmuro, como si mi reflejo en el espejo pudiera responderme.
Llevo una blusa de seda que elegí por impulso, de esas que cuelgan con descuido, como si no importara lo que insinúan. El pantalón entallado no ayuda. No ayuda nada. Pero hay una reunión con el e