Ella miró su cara de preocupación. Era obvio que le importaban, y mucho. No era extraño, dada su dulce naturaleza. Habiendo escuchado su descripción de Amelia, Katy pudo ver como su propia casa, con sus prados abiertos, y su manera de dejar que los niños hicieran lo que quisieran, parecía preferible.
Podrían estar aún más aislados con su abuela que con ella. ¿Pero qué había de su idea de compartir los niños? En realidad, ella había pensado en su sugerencia de mudarse a Boston. Sin embargo, la posibilidad le provocó un terror tan intenso que la descartó con rapidez.
Sus ojos volvieron a su rostro serio.
—Entiendo que esto haya sido una sorpresa para usted —dijo Bill—, pero sé, dada su personalidad, que mantiene una mente abierta.
Ella sonrió ante eso.
—¿Ha d