Carl caminó mucho tiempo por las calles, respirando el aire húmedo de la noche. Era una especie de serpiente a la que Angeline debía odiar con toda su alma. Deseaba tener su caballo para poder cabalgar por el parque Golden Gate y regresar por el puerto, pero ningún galope le permitiría huir de lo que había hecho esa noche. ¡Diablos!
Angeline estaba en San Francisco, lo que le producía alegría y lo atormentaba, al mismo tiempo. ¿Intentaba el buen Dios volverlo loco? Se detuvo y apoyó la espalda contra una fría pared de ladrillos, dejando caer el maletín a sus pies.Le había dicho la verdad. Semanas antes, se había hecho a la idea de que no volvería a verla nunca más. Se abstuvo de contactar con Katy, que sin duda sabría dónde encontrarla, para que no le diera ninguna información. No tenía ni idea de lo que An