Meses después
—¿Puedo comer helado, tía Nan? —la pregunta de la pequeña Vicky trajo a la mujer a la realidad y le recordó el día en que conoció a Mason.
—Por supuesto que sí —le sonrió con el corazón afligido ante el recuerdo—. ¿Qué sabor quieres?
—¡Chocolate!
Se levantaron de la banca del parque y caminaron por el sendero hasta llegar al semáforo. La mente y el corazón de Nancy se llenaba de recuerdos, de cuando Vicky se perdió de su vista y conoció la mirada más hermosa y atrayente que ha podido tener el gusto de admirar en su vida.
El tiempo había pasado tan rápido y ella sentía que no había disfrutado lo suficiente a su lado, que aún tenía mucho que darle, así como él entregarle. Pero su esperanza de que pudieran cumplir sus promesas moría con el paso de los días.
Ahora, tiempo después y en diferentes circunstancias, se sentía tan sola como en aquel tiempo cuando sus caminos se cruzaron, caminando por un laberinto sin salida. Meses de incertidumbre, de dolor, de llanto, de so