Carlos respiró profundamente y reveló un secreto que yo desconocía.
—Porque sentía que también era parte de la causa de tu muerte —dijo—. Si hubiera sido más valiente entonces, si te hubiera dicho que fue Miguel quien sobornó a tu compañera para acusarte de plagio...
—Si te hubiera contado que fui yo quien pasó días sin dormir para encontrar las pruebas que demostraron tu inocencia...
—¿No te habrías dado cuenta de su engaño? ¿No habría cambiado tu vida?
—Pero Miguel me dijo que tú lo querías mucho, me preguntó si sería capaz de romperte el corazón.
—No pude hacerlo, y también temía que no me creyeras, así que...
Para entonces, ya no podía hablar entre sollozos.
Mi mente quedó en blanco y las lágrimas nublaron mi visión.
Nunca imaginé que la razón por la que acepté a Miguel había sido algo que él robó a otro.
Viendo a Carlos llorar tan desconsoladamente, no pude evitar darle un puñetazo.
Sollozaba como un niño: —Pégame, todo es mi culpa...
Deshice mi cinturón de seguridad y lo abracé,