Capítulo LXXX
Llegó el día siguiente y Mercedes junto a toda la familia estaban en agonía, hasta no recibir noticias de José ninguno podría estar tranquilo.
A media mañana, al fin llega José donde su abuela Eva, él sentía que ella era la única persona que lo entendía y que no lo maltrataba.
Y así fue. Su abuela lo abrazo desesperada, sus lágrimas rodaban por sus mejillas, sentía que el alma le volvía al cuerpo. Y él a su vez, llora en sus hombros como un niño pequeño y le dice
– abuelita... No tengo palabras para pedirte perdón por todo lo malo que te he hecho. Tú no mereces sufrir y menos a causa mía.
–mi niño no te preocupes por mí, yo solo quiero hacerte feliz, y si tú estás mal yo también estoy mal.
– dime José ¿Por qué no me has buscado para hablar conmigo?
– No abuelita, cómo crees, yo no quiero mortificarte con mis cosas.
– ya va hijo, déjame llamar a tu mamá para que sepa que estás bien y que se tranquilice, ella ha estado en una sola agonía al no saber de ti…
– no abuelita,