Sonia miró a Leandro por un momento, luego sonrió:
—No hace falta, solo... quédate conmigo así.
Cuando terminó de hablar, Leandro extendió sus brazos y la abrazó.
Su abrazo no era fuerte, y su suave fragancia llenó instantáneamente las fosas nasales de Sonia.
Sonia tampoco mostró ninguna resistencia, solo extendió lentamente sus brazos y rodeó su cintura.
—¿Cómo está el señor? —preguntó Leandro.
—Derrame cerebral agudo —dijo Sonia suavemente—. Pero lo atendieron a tiempo, el médico dice que estará bien cuando despierte.
—Mm, ¿por qué no vas a descansar? Yo me quedo vigilando.
—No hace falta, tampoco podría dormir, ¿no ves que mi teléfono no ha parado?
Leandro guardó silencio.
Sonia no sabía si se sentía culpable por "no poder ayudarla", así que tomó la iniciativa:
—No hay que posponer la boda. Tu abuelo ha esperado tanto tiempo, no podemos decepcionarlo.
—Pero...
—Tranquilo, puedo sacar un día de tiempo, y además, en un momento tan crítico para el grupo Fuentes, si pospones la boda, la