Capítulo 60. En la mira de la mafia
-Una, dos… las que quiera. Podría tener las que quisiera… Usted lo sabe… ¿o no?
Leo la observó con un destello extraño.
-¿Me está diciendo que no le molestaría?
-¿A usted le molestaría si fuera al revés?
Leo la aferró de la nuca y la acercó a su rostro haciéndola temblar.
-Sabe que sí… me enceguecería la ira…
-Pero así es nuestro trato…
-Quiero cambiar los términos de nuestro trato…
-¿No lo tienta la idea de acostarse con esas mujeres esculturales?
-No. No sentí nada cerca de ellas. Nunca lo siento. En cambio…
Leonardo la apretó a su cuerpo para que Emma lo sintiera.
Para que percibiera cómo lo encendía.
Ella musitó:
-Pero… yo quiero que usted sea feliz… que disfrute su juventud y…
-Y yo la quiero usted. Quiero que cambiemos, ahora mismo, las condiciones de nuestro acuerdo. No puedo ni imaginarla con otro hombre que me da una puntada en el pecho, señora Fritz.
-¿Y qué acuerdo propone?
-Si no quiere amarme, lo entiendo. Pero no puede impedir que yo la ame. Ni yo mismo puedo hacerlo. P