Gabriel miró nuevamente la caja de regalo frente a él. Con la mente nublada, la abrió casi mecánicamente.
Lo primero que vio fueron tiras de tela cortadas de la camisa de pareja.
En el trozo correspondiente al cuello, aún podía verse el "esposa" que Isabella había bordado con sus propias manos.
Gabriel tomó cuidadosamente el pedazo de cuello con el bordado "esposa", casi perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo.
—¿Este es el regalo que Isabella preparó para mí hoy? Imposible, ¿quién está haciendo esta broma pesada? Ella nunca cortaría nuestra camisa de pareja...
Un año atrás, en su cuarto aniversario de bodas.
Esa noche, Isabella le había regalado la camisa masculina personalizada.
Lo miró con coquetería, sus ojos acuosos llenos de amor:
—Gabriel, en mi corazón, tú eres mi esposo y yo soy tu esposa. Disfruto cada día que pasamos juntos.
—Pero si algún día cambias de sentimientos, si me decepcionas a mí y a nuestro matrimonio, destruiré estas cosas con mis propias manos y te dejaré pa