—Creo que hay una plataforma extrañando a su bailarina de go-go, Sabine —soltó Fey con tono brutal, cortando cualquier intento de cortesía.

—Compórtate —gruñí.

—Está bien —dijo Sabine, sosteniendo la mirada de Fey—. Hablar me aburre.

Miró a Ren.

—Ve a bailar —dijo él—. Trata de no meterte en problemas.

Con un movimiento de cabeza, el cabello de Sabine —que brillaba como vinilo bajo las luces del club— se agitó antes de que girara sobre sus tacones afilados y se alejara contoneándose.

Apreté con la mano el espacio vacío a mi lado.

—¿Fey?

Ella se dejó caer sobre los cojines de terciopelo.

—Es una fiesta. Diviértete.

Le mostré los colmillos, dejándole claro que era una orden, no una sugerencia. Fey se conform&o