¡La Universidad no es como en las películas!

No sin mucho esfuerzo logramos acomodar nuestro nuevo hogar, lo más complicado fue convencer a Rose y Ayaka que Fuser esté dentro del apartamento hasta que se acostumbre a su nueva casa pues estaba bastante alterado por el ruido de la ciudad y se asomaba a cada rato desde el barandal de la terraza; Kentin tenía miedo de que un día de estos caiga al vacío así que mi perro tenía que compartir el espacio con todos nosotros hasta que resolvamos el asunto del barandal.

Aprovechamos esa semana para acondicionarnos a la ciudad, pero iba a necesitar más tiempo para poder acostumbrarme a los ruidos de la urbe, su movimiento, el malhumor generalizado de la gente y la inseguridad que se vivía por robos y hurtos menores, aunque lo más molesto fue sin dudas escuchar a Rose llorando porque un sujeto la manoseó en el metro (aunque mi amiga, ni lerda ni perezosa, le llenó la cara de arañazos al degenerado que se atrevió a sobrepasarse con mi amiga) así que Kentin nos regaló a Rose y a mí un spray de pimienta y nos enseñó algo de defensa personal.

La noche anterior a mi primer día de universidad me encontraba frente al espejo eligiendo mi conjunto, comparaba una blusa amarilla con un vestido semi largo azul, incapaz de decidir cuál elegir cuando escuché como discutían Rose y Ayaka.

—¡Vamos a tener que acordar algo! ¡No puedes meter tipos extraños al apartamento! ¡No conoces a nadie en la ciudad y pueden matarnos mientras dormimos, Ayaka! —gritó Rose desde la cocina, la noche anterior habíamos encontrado a un chico extraño saliendo del apartamento mientras Ayaka estaba desmayado de la borrachera en el sofá; aparentemente el muchacho no tenía ni idea que allí vivían más personas por la expresión que puso cuando nos vio, lo peor de todo es que al día siguiente descubrimos que a Rose le faltaba dinero.

—¡No eres mi madre, Rosemary! ¡Soy mayor de edad y puedo invitar a la gente que quiera! —respondió Ayaka.

—¡Esto no es un prostíbulo, Ayaka! ¡Si quieres invitar a amigos al menos que estemos todos pero gracias a tu "invitado" me faltan más de $5000!

—¡Estoy seguro de que te los gastaste y no lo recuerdas!

—¡Basta ya! —fue la voz de Kentin la que puso orden en la sala, pues mi novio también estaba bastante molesto por lo ocurrido—. Te lo digo en serio, Ayaka: Que no se vuelva a repetir lo de anoche. No vives sólo aquí, si quieres invitar gente debes avisarnos.

Kentin entró de nuevo a nuestra habitación y cerró la puerta corrediza, suspiró mientras entraba al baño y encendía la luz.

—Increíble... —masculló, dejé mis atuendos sobre la cama y me acerqué a él. Se estaba sacando los lentes de contacto, lo miré con preocupación pues desde que nos habíamos mudado todos juntos él y Aya no se llevaban muy bien que digamos. Nuestro amigo estaba revolucionado por la reciente libertad degustada y, si no estaba invitando un chico nuevo casi cada noche llegaba demasiado borracho como para abrir la puerta del apartamento—. Ahora tengo que ponerle orden a esos dos antes que se maten mutuamente. Amor, ¿puedes traerme mis lentes? Están en mi mesita.

Fui a buscar sus lentes pues Kentin tenía muy mala vista, encontré sus gafas de montura verde en su cajón y se los di.

—Gracias, linda —dijo mientras se los colocaba, volvió a suspirar—. Espero que no tengas problemas con él durante mi ausencia, lo último que necesitas es una escena así mientras no estoy.

—Supongo que este fue el baldazo de agua fría que Ayaka necesitaba —mascullé. A mí también me molestaba ese libertinaje, dentro del apartamento había muchos objetos de valor, sin mencionar que mi perro podía atacar a quien no reconociera como parte de la familia—. No me gustaría tener que pararle los pies como tú lo hiciste, pero si debo hacerlo, lo haré.

Kentin dejó salir una risita de complacencia, tomó su cepillo de dientes y procedió con su higiene bucal mientras yo continuaba eligiendo mi atuendo para mi primer día de educación superior.

—¿Crees que volverá a hacerlo? —preguntó mi novio desde el baño.

—Yo creo que no. Pero de todas maneras te mantendré al tanto si sucede de nuevo —respondí.

—Gracias. Sé que Aya no es malo pero... Creo que es demasiada libertad para tan poco tiempo. —Kentin salió del baño mientras apagaba la luz y se recostó en la cama mientras encendía el televisor de nuestra habitación y buscaba algún programa de su interés, después de dar una vuelta por los canales se puso a ver por enésima vez La Comunidad del Anillo. Me puse mi camiseta para dormir y me metí en la cama, tomé mi ejemplar de El Retrato de Dorian Grey y me puse a leer—. ¿Por qué no te acercas a mí? Mañana puedes leer lo que quieras antes de dormir, pero hoy es nuestra última noche juntos hasta el sábado.

—Creo que tienes razón... —cerré mi libro y lo dejé sobre la mesita, me acerqué a él y lo abracé con amor mientras él me envolvía con sus brazos y besaba mi cabello. Miré distraída la pantalla del televisor en el mismo momento en que se encontraban Aragon y Arwen en el bosque—. ¿Tienes alguna noticia de Aren?

—Iba a preguntarte lo mismo —dijo Kentin sin dejar de ver la película.

—Pues creo que es más factible el hecho que Aren tenga más contacto contigo que conmigo —agregué—. Yo soy la prima de la muchacha que le rompió el corazón.

—Aren no es tan idiota como para enojarse contigo, amor. Pero no, no tengo noticias de él. Ni su hermano tampoco. Estoy empezando a impacientarme, este silencio no es normal en él.

—Tienes toda la razón el mundo. No es algo propio de nuestro amigo.

—¿Has intentado contactarte con él?

—Sí, pero no me responde los mensajes.

—A mí menos... Creo que un día de estos debería ir hasta su casa y bajarle la puerta de una patada.

Reí, pues sin dudas eso era muy propio de él: Menos palabras, más acción. Poco a poco empecé a caer dormida hasta que finalmente me hundí en un dulce sueño.

Me levanté temprano para despedir a Kentin que se iba a la Academia, recién lo vería el viernes a la noche cuando regrese, pero estaríamos en contacto todo el tiempo en sus ratos libres. Así mismo ese día empezaría a trabajar por primera vez de manera formal, el uniforme de la perfumería consistía en una falda de tubo negra, una camisa blanca y mi placa de identificación; me até el cabello en una colita bien tirante y me maquillé un poco, me puse mis plataformas negras y me preparé el desayuno.

—Hasta el viernes, mi amor. —Kentin me besó apasionadamente en los labios, iba a extrañarlo mortalmente. Sus labios dejaron los míos para acercarse a mi oído—. Pienso hacerte el amor toda la noche del viernes, así que espérame.

—No me lo digas dos veces o no dejaré que te vayas a la Academia —sonreí con las mejillas ardiendo.

Nos despedimos con un profundo abrazo y un sincero te amo, y finalmente Kentin cruzó el umbral de la puerta.

Me senté a tomar mi capuccino instantáneo mientras me mordía el labio pensando en la propuesta indecoRose de Kentin con una sonrisa lasciva. Una vez lista, les dejé una nota a Ayaka y Rose que seguían durmiendo.

Chicos: Asegúrense de que el plato de agua de Fuser esté siempre lleno, toma muchísima agua, yo me encargaré de darle de comer apenas llegue de la facultad.

Los quiero mucho, Annie

La dejé en la puerta del refri y bajé hacia la recepción, el portero me dio los buenos días.

—Buenos días, Annie —saludó el señor Benitez, era un caballero que rondaba los sesenta años, moreno y de ojos marrones, con unas cuantas arrugas en la cara y muy amable y dedicado a su trabajo.

—Buenos días, Pedro —lo saludé mientras me acomodaba mi cartera al hombro—. Aquí tiene las llaves de repuesto de nuestro departamento por cualquier eventualidad.

—Muchas gracias, que tengas un gran comienzo —dijo con una sonrisa. Se lo agradecí y salí hacia la calle. Nuevamente ahí estaba ese ruido infernal de la urbe, rodeé la manzana para ir hacia el centro comercial dónde iba a tener mi primer día de empleo. Luego de mucho pensar, me había dado cuenta de que me convenía regresar a casa a darme una rápida ducha, cambiarme de ropa y comer allí que tener que pasar derecho a la universidad, tenía bastante tiempo pues mi horario laboral finalizaba a la una de la tarde y entraba a clases a las tres.

Cuando llegué al centro comercial lo encontré grande e intimidante, en el pueblo solo había uno pero era más una galería con varios locales que un mall propiamente dicho. Mi trabajo quedaba en el tercer piso, así las escaleras mecánicas y vi a mis compañeras de trabajo.

—Hola, buenos días —dije cuando llegué con una sonrisa—. Soy Annie Sucrette, la chica nueva.

—¡Hola, Annie! Bienvenida —saludó una muchacha de cabello Rose y ojos amarillos, era alta y muy delgada, parecía una modelo pues era muy atractiva—. Me llamo Letizia, ellas son Capucine y Khola.

Señaló a una chica de cabello rizado, muy rizado y ojos negros, tenía labios finos, nariz respingada y rostro ovalado, y a una chica muy morena y con hermosos labios carnosos, cabello lacio y ojos verdes.

—Bienvenida, Annie —dijeron ambas.

—Gracias —agradecí esa bienvenida tan sincera.

—No te preocupes, la jefa nos ha encargado a las tres que te enseñemos la atención al público, y no te dejaremos sola por las próximas tres semanas —dijo Capucine con una sonrisa—. Así que no tengas miedo de preguntar todas las dudas que tengas.

—El trabajo de por sí no es complicado, sólo debemos estudiar el catálogo de perfumes y maquillajes, saber algo de cosmetología y atender a la clientela —señaló Khola mientras entrabamos—. Si quieres hacerte café allí está la cocina con todo lo necesario, si quieres ir al baño nos avisas a cualquiera de nosotras y pasando el McDonald's de este piso, están los lavabos femeninos.

—Y ahora ven que tengo que ingresar tu huella digital para que puedas empezar a marcar —pidió Letizia, rodeó mis hombros con su brazo y me guio a un lector de huellas, seguí sus instrucciones y ya estaba ingresada en el sistema—. ¡Listo! De ahora en adelante, apenas entres al local y cuando termine tu horario laboral, marcarás con tu pulgar.

—Muchas gracias, espero que pueda aprender rápido —dije con una sonrisa.

Mi primer día de trabajo había resultado muy bien, las chicas se desenvolvían con gracia y simpatía, por el momento yo me encargaba de entregar muestras gratis a los que pasaban por la puerta del local y de servir café los clientes. Me despedí de mis compañeras y regresé a casa, se notaba que era hora pico porque había demasiados automóviles y hacía mucho calor. Entré en el loft y saludé a Rose y Ayaka que estaban cocinando.

—¡Hola, chicos! —los saludé.

—¡Annie! ¿qué tal tu primer día? —me preguntó Rose con la cara llena de felicidad. Ayaka apenas me dirigió la mirada, al parecer todavía seguía dolido por el reto de Kentin.

—Muy bien, afortunadamente fue un primer día muy tranquilo —respondí y entré, la comida de Rose olía deliciosa, Fuser vino corriendo cuando me vio llegar pidiendo sus caricias.

—Debemos decirle al Señor Benitez que nos urge aumentar la altura del barandal de la terraza —señaló Rose cuando vio a mi perro—. Salta muy alto y temo que un día no podremos salvarlo de una muerte segura.

—Hoy se lo digo cuando salga para la universidad—prometí, me saqué las plataformas puesto que el piso de parquet podía dañarse y luego nosotros pagaríamos por la restauración—Mientras tanto, tendremos que dejar que esté adentro de la casa en los horarios que no hay nadie para cuidarlo.

Luego de una rápida ducha y del almuerzo (Rose había preparado lasagna, mi comida favorita) me puse a revisar el barandal del balcón. A mí me llegaba hasta el pecho y me sentía muy segura, no entendía como hacía mi perro para ponerse en tremendo peligro, pero luego vi el cantero de tierra y en ese sitio el muro me llegaba a las caderas. Ahora entendía por qué Rose estaba preocupada por él. Regresé adentro del apartamento y llamé a la recepción, le conté todo al señor Benitez y prometió que subiría enseguida a tomar las medidas necesarias para aumentar la altura en esa zona.

Casi eran las tres así que me movilicé a la Universidad abrumada por el sentimiento de adrenalina que me generaba esta nueva etapa de mi vida. Mi primera asignatura era Derecho Romano en el Aula Magna 3, pero al llegar casi no había ningún asiento disponible excepto en los asientos adelante de todo. Me senté al lado de una chica muy bonita.

—Hola. Soy Annie —dije con una sonrisa, la muchacha levantó la vista de su teléfono, me miró de arriba a abajo con desconfianza y regresó a su aparato. Suspiré resignada, al parecer la buena onda terminaba en la puerta de la Facultad.

Menuda diferencia mi primer día de trabajo con el de Universidad: Mientras que en la perfumería las chicas habían sido muy amables en la Facultad no había intercambiado palabra con nadie, los profesores no habían sido mejores, todos los profesores eran hombres, todos abogados y en todos se notaba el odio a la pedagogía pero, al parecer, lo hacían porque el salario era jugosito. Al finalizar mi primer día de facultad, ya tenía tres trabajos prácticos que realizar, dos ensayos sobre la evolución del Derecho Romano y sobre El Príncipe de Maquiavelo y una fecha de examen para la cual tenía que leer y aprender cien páginas.

Llegué a casa fulminada, al entrar Rose y Ayaka me recibieron.

—Hola, linda ¿qué tal tu día? —preguntó Ayaka, al parecer ya se le había pasado el enojo al verme tan cansada.

—Agotador... —susurré mientras me dejaba caer en el sofá— La universidad no es nada parecida a como la muestran en las películas.

Rose rio con ganas.

—¿Esperabas algo así como American Pie? —preguntó divertida.

—No, más bien como Una conejita en la Universidad —le respondí, vi que ya habían solucionado el problema de la altura del barandal con unos barrotes, entonces así Fuser ya no se caería—. Ya sabes: Fiestas, descontrol... Pero no. Primero Disney nos miente con el príncipe azul, luego American Pie con el instituto y ahora la Universidad. Crecemos en una mentira.

—Si dejaras de quejarte sabrías que tú tienes un príncipe azul que está esperando que lo llames —dijo Ayaka, con una sonrisa—. Hoy cocinaré yo, así que ve a descansar un poco.

Le agradecí y tomé mi teléfono para marcar su número pero no me respondió, seguramente estaba ocupado así que le dejé el mensaje. Me tiré en la cama y en cuestión de segundos ya me había dormido, babeando la almohada de Kentin y oliendo su perfume.

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