Fin de la Civilización

Una enorme explosión sacudió mi cama y las paredes de la habitación, haciendo que salte en el aire con el corazón latiendo a mil por hora; los sonidos de las ametralladoras, los helicópteros sobrevolando la zona y las bombas indicaban que afuera estaba pasando algo muy serio. Me incorporé en la cama y corrí las cortinas para mirar por la ventana: Abajo la ciudad ardía en llamas, varios edificios estaban destruidos y los aviones y helicópteros militares que sobrevolaban disparaban a algo en las calles.

Salí de mi habitación corriendo, buscando a Ayaka y Rose, quienes estaban observando todo desde el balcón-terraza, con cara de susto y espanto.

—¿Qué sucede? —pregunté alarmada e incapaz de lo que veían mis ojos.

—¿Cómo que qué sucede? ¡Si ayer escuchaste las noticias de que el virus de la rabia que manipularon los rusos se les salió de control! —me gritó Ayaka, con lágrimas en los ojos— ¡Ahora han tomado la ciudad! ¡Estamos perdidos! ¡No saldremos vivos de esta!

—¿Quiénes tomaron la ciudad? —pregunté asomándome por el barandal, ahogué un grito al ver aquel infierno: Veía multitudes de personas corriendo despavoridas y presas del pánico, siendo perseguidos por una marea de gente fuera de sí, que corría a una velocidad increíble, echando espuma por la boca y gruñendo con fuerza, cazando a los que huían, tirándose encima de ellos y arrancándoles a mordiscos pedazos de carne— ¡¿Zombies?!

—¡¡Son Zloyches!! —me gritó Rose.

—¿¡Qué cosa!? —pregunté, era la primera vez que escuchaba esa palabra.

—¡¡Zloy chelovek!! ¡¡Hombres rabiosos, es como lo determinaron en los medios de comunicación!! ¿Qué te pasa, Annie? —exclamó Ayaka—. ¡Hay que salir ya de aquí!

—¿Y Fuser? —pregunté, buscando a mi perro por todos lados.

—¡No hay tiempo que perder! ¡Vámonos ya! —gritó Rose.

—¡¡Yo no me voy a ningún lado sin mi perro, carajo!! —grité, pero Ayaka me cargó al hombro como si fuese una bolsa de papas— ¡¡Ayaka, bájame inmediatamente!! ¡¡No me iré de aquí sin Fuser!!

Lejos de hacerme caso, Ayaka abrió la puerta del loft y bajamos por las escaleras de emergencia mientras yo rebotaba sobre el hombro de mi amigo. Ya casi al final de la escalera, en la recepción, Ayaka me dejó en el suelo pero me tomó firmemente de la muñeca para evitar que vaya en busca de mi perro. Perdóname, Fuser... Sólo quédate dónde estés, muy pronto iré a por tí. Rose abrió la puerta de la recepción, donde el Señor Benitez estaba armado con una escopeta y atrincherado debajo del mostrador.

—¡Shhh! ¡Guarden silencio! ¡Si no delatamos nuestra posición jamás sabrán que estamos aquí! —susurró el portero mientras llevaba un dedo a sus labios para hacernos callar.

Rose, Ayaka y yo nos agachamos debajo del mostrador esperando que una horda de esas cosas llamadas zloyches pase de largo mientras corrían despavoridos. Eran muy parecidos, por no decir iguales a los zombies ¡Dónde estaba Kentin cuando se lo necesitaba! ¡Y ni hablemos de Aren, él seguramente sabría qué hacer en estas circunstancias!

—¡No lo lograremos por aquí! ¡Hay que tomar otra ruta! —susurró Ayaka con los dientes pegados.

—¡Usen la salida de atrás, apresúrense, es sólo cuestión de tiempo hasta que nos huelan! —masculló el señor Benitez; Rose nos condujo hacia la salida de emergencia y nos encontramos en un callejón desolado, podía escuchar los gritos de la gente pidiendo ayuda y de esas criaturas. Salimos corriendo hacia la calle que llevaba a mi trabajo, no paraba de mirar hacia atrás esperando no ver una horda persiguiéndonos. Todo a nuestro alrededor eran cadáveres seccionados y sangre por todos lados, vísceras, muerte, miembros amputados... Cuando de repente vimos a una nueva horda que se nos venía encima, justo delante de nosotros.

—¡¡CORRAAAAAN!! —gritó Rose, giramos en sentido contrario y corrimos tanto como nuestras piernas nos dieron, escuchamos los inconfundibles sonidos de una ametralladora disparando a nuestras espaldas, gritos y más disparos, pero también...

—¡¡ANNIE!! —era la voz de Kentin, nos detuvimos en seco y vimos como un Jeep del ejército venía a toda velocidad disparando a los pocos zloyches que se aún continuaban empecinados con atacarnos, Kentin venía subido a la caja del Jeep, con su uniforme militar y disparando la ametralladora que formaba parte del vehículo de asalto.

—¡¡Kentin!! ¡Gracias a Dios que estás vivo! —grité aliviada.

—¡No por mucho si seguimos aquí! ¡¡Suban, rápido!! ¡Tenemos que salir de la ciudad! —gritó mientras nos tendía su mano enguantada por el guante para moto que siempre usaba para ayudarnos a subir, tenía manchas de sangre por todos lados; una vez que todos estuvimos arriba del vehículo Kentin golpeó dos veces el techo del Jeep y el conductor arrancó para irnos a toda velocidad por donde había llegado— ¿Están heridos? ¿Alguno fue mordido?

—Estamos bien —respondió Rose.

—¿Qué m****a está pasando! ¡No encontré a Fuser por ningún lado, Kentin! —dije afligida mientras me agarraba con fuerza al Jeep para evitar salir despedida.

—¿Aún sigues con eso? ¡Ya te dijimos lo que pasa, Annie! —gritó Rose, su cabello se movía con violencia por el viento que generaba el Jeep al moverse a semejante velocidad.

—¿De qué hablas, Rose? —preguntó mi novio mientras regresaba a posición en la ametralladora.

—Que Annie no recuerda lo que son los zloyches —respondió Ayaka.

—¡No tengo ni puta idea de lo que son esas cosas! —me defendí.

—Son mega armas —respondió Kentin, rápidamente—. El gobierno ruso quiso crear al soldado perfecto, modificando genéticamente el virus de la rabia para hacerlo más controlable pero al mismo tiempo que no le tenga miedo a la muerte ni pierda la adrenalina, sin embargo todo se fue al carajo pues uno de los virus mutó en el sujeto de prueba en el que había sido inyectado, empezó a morder a todo el mundo y escapó... y aquí estamos. Iniciando la Tercera Guerra Mundial.

—¡¡Kentin, zloyches a las doce!! —gritó el conductor, Kentin se giró y empezó a disparar contra ellos que se estaban acercando con mucha velocidad.

—¡¡Recarga!! ¡¡Son demasiados, trata de perderlos ¡¡Acelera, Leran!! —gritó el ojiverde mientras recargaba la ametralladora, en mi poca pericia traté de ayudarlo a recargar, tomando otra carrillera de balas y se les alcancé.

—¡¡No puedo ir más rápido, hay cuerpos por todos lados!! —gritó Leran desde el volante— ¡¡Si acelero sólo un poco más volcaremos!!

—¡Listo, ya está! —indicó Kentin, bajó el cargador, remontó la ametralladora y continuó disparando— ¡Mueran, hijos de puta! ¡Mueran!

Rose lloraba a moco tendido, yo también, pero alguien tenía que ayudar a Kentin a sacarnos de esta y esa alguien claramente tenía que ser yo.

—¡Recarga! —gritó nuevamente Kentin— ¡Leran, ve más rápido, me estoy quedando sin munición! ¡Tenemos que llegar a las afueras!

—¡¡Eso hago, carajo!! —gritó el conductor.

Kentin siguió disparando y recargando mientras más y más zloyches se acercaban a nuestras espaldas y algunos nos obstruían el paso, Kentin no iba a poder con todos él sólo y Leran estaba muy ocupado tratando de conducir el Jeep lo más rápido posible sin volcarnos en el proceso.

—¡¡Kentin!! —le grité, pero mi novio no me escuchó por el ruido de la ametralladora—. ¡¡KENTIN!!

—¡Qué! —preguntó.

—¡Tienes otra arma! —pregunté, el Jeep se movió muy violentamente, al parecer habíamos pasado encima de un muerto.

—¡Para qué! —preguntó.

—¡Para disparar! —respondí.

—¡Sabes disparar! —preguntó sin dejar de presionar el gatillo de la ametralladora.

—¡No, pero no puedes tú sólo contra todos ellos! —respondí.

—¡Leran, dame tu fusil! —indicó el ojiverde, el conductor le dió su arma y él la preparó para mí, una vez que estuvo lista me la dio— ¡Mata a esos hijos de puta, preciosa!

Algo recordaba de las millones de películas bélicas que habíamos visto juntos así que me puse el rifle en el hombro derecho e hice mi primer disparo, la ráfaga del fusil me hubiese tirado de espaldas si no hubiese sido porque estaba apoyada contra la estructura del vehículo, mientras Kentin cubría el frente yo hacía lo mismo con la retaguardia, disparando a cuanto zloyche veía, tenían la mandíbula desencajada y su piel era de un amarillo muy enfermo, gruñían y gritaban mientras corrían a una velocidad de vértigo con tal de alcanzarnos. Algunos saltaban varios metros por el aire a los cuales Kentin disparaba primero, Ayaka y Rose se agarraron con fuerza a la baranda del Jeep y bajaron la cabeza, temerosos que una de mis balas termine en sus cerebros.

No lo vi venir pero uno de ellos le saltó encima a Kentin, haciendo que pierda el equilibrio y caiga de la caja del Jeep, unos cuantos zloyches se quedaron atrás aprovechando la presa indefensa mientras Kentin gritaba de dolor pidiendo ayuda.

—¡¡KENTIN!! —grité, pero Rose y Ayaka me frenaron cuando quise ir a buscarlo.

—¡¡Sujétense!! —grito Leran, mientras giraba bruscamente haciendo que el Jeep derrape, y se estampille contra un poste de luz;no tuvimos tiempo de verificar si nuestro conductor se encontraba bien, bajamos y seguimos corriendo mientras más de ellos se nos venían encima, giré a un costado y entré en un callejón sin salida, no había escaleras ni algún lugar donde esconderme. Cuando quise girar y regresar por donde vine vi que un grupo de ellos me había visto y se venían encima mío, yo grité desesperada arrinconada contra el muro...

 

—¡Rápido, Annie, sal de aquí! ¡Aquí tienes un arma! —dijo una voz muy conocida para mí.

Yo tomé lo que esa persona me daba y crucé corriendo el loft mientras salía al pasillo del departamento, cuando cerré la puerta me despabilé y vi que estaba vestida como había llegado de clases de la Universidad y llevaba una sartén en la mano.

—¿Eh? —dije, adentro del departamento se escuchaban carcajadas, toqué el timbre y Rose me abrió mientras se ahogaba de la risa, Chester se revolcaba en el piso, Ayaka se agarraba el estómago y Louis se secaba las lágrimas de los ojos— ¿Qué carajos pasó?

—¡Eso te debo preguntar yo! —exclamó Chester mientras hacía ruidos raros con su risa— ¡Estabas gritando en sueños que te iban a comer! ¿Otra vez soñaste con zombies?

—¿Era un sueño? —pregunté, no me caía que tanta realidad haya sido sólo una pesadilla, los chicos no me respondieron pues estaban muy ocupados riéndose de mí.

—¡Y todavía no te muestro lo mejor! —exclamó Chester, tenía su teléfono en la mano— ¿Escuchaste eso, Kentin?

Del otro lado del teléfono la risa de mi novio se hizo escuchar con todo su volumen, también podía escuhar como éste se ahogaba de la risa y aplaudía.

Yo me enojé muchísimo, me puse colorada y mientras tiraba la sartén grité.

—¡¡VÁYANSE A LA M****A!!

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