"No juegues con fuego"

Samantha llega en casa de su hermano, no paso más palabras con Felipe en todo el viaje, sin embargo, no dejó comérselo con la mirada, detallo sus hombros anchos, con unos rasgos hermosos, estaba consiente que le llevaba una puñetera de años y eso la prendía mucho más. Felipe baja su maleta y espera que diga algo, pero ella no lo hace y se aleja a pasos rápidos arrastrando su maleta, también decide irse, no está de humor y su amigo pide atención, así que regresa a su empresa.

La gran casa de su hermano está abarrotada de personas y, una voz seductora que conocería a kilómetros la hace chillar y corre hacia él.

—¡Muñeca hermosa! — su hermano, Maximiliano, le abre sus brazos y ella no duda en saltar a ellos, su corazón late fuerte, lo extrañaba como nunca, él acaricia su rostro y pellizca el puente, sé su nariz—, ya no eres una chiquilla, joder, Sam te perdono porque eres mi hermanita.

Ella suelta una carcajada única y lo besa en la mejilla bajando de sus brazos, sus ojos color plomo la ven con todo el amor del mundo, es su pequeña y cómplice.

—¿Dónde está mi sobrina?, le traje muchos regalos en mi maleta— pregunta buscándola con la mirada.

—Debe estar en el jardín con todos.

—He, pero así no iras—La detiene agarrándola de su mano—, los amigos de Sergio y personas estiradas conocidos de nuestra madre están también aquí, y pareces una hippie muy sexy— revela y agarra su maleta.

—Vamos para tu habitación, y así, de una vez, sacas al amargado de nuestro hermano de su estudio. Camila no sabe cómo pedirle que deje de hacer sus dibujitos.

—Desagradecido, esos dibujitos como tú los llamas, te dan de comer y te visten de marca imbécil— le gruñe y lo fulmina con la mirada, a veces, siente que no es su hermano por las payasadas que logra decir.

—No por mucho, me voy Sam, tengo planes y quiero seguir mis estudios.

—Te apoyo en lo que decidas— le palmea el hombro mientras van por las escaleras.

—En todo, todo— bromeó Maximiliano con una enorme sonrisa en sus labios.

Su hermano es un hombre muy apuesto, casi tallado por los dioses, su piel es de un tono aceituno, de cejas gruesas, labios finos y rosados, su físico no es está bien definido como el de su hermano mayor, sin embargo, sus ojos son lo más llamativo.

—A ver, casanova mejor explícame, ¿qué tipo de estudios? ¿Y qué abarca ese “todo, todo”?

Toda su cara se iluminó y la empujó con su hombro.

—Primero, ginecología, quiero ver muchas totonas y dos, quiero ser algún día un sexy actor porno.

—¡Señor, que no te escuche nuestra madre! — ríen y niegan solamente en imaginar a su dulce madre reprendiendo el demonio en él.

—Entra a saludar a Sergio, Camila debe estar en su habitación.

—No, primero voy a ver a Camila.

Maximiliano se va y ella toca algunas veces en la puerta de su cuñada.

—¡Un momento! — la voz quebrada de Camila, no pasa desapercibida y abre la puerta y ella está retocando su maquillaje.

—¡Sam, eres tú! Dios, cariño estás hermosa — se acerca y acunó su rostro, a Samantha se le estruja el corazón, le tiene mucho aprecio y cariño a Camila.

—Siempre, cuñada—sonríe y la abraza—, ahora dime cuantos puños, le meto al imbécil de Serch, joder— su cuñada, ríe con sus ojos brillosos por las lágrimas derramadas hace un momento—, Camila, mi hermano es el mejor de todos, pero, ya basta, debes exigirle tu lugar, no todo es dinero, pintar, eventos y viajes, tú y mi sobrina son más importantes.

—Cariño, no digas eso, Sergio solamente está algo ocupado— musita y acaricia el delicado rostro de Samantha.

—Tiene muchos años en ese plan— masculla y mira un momento la elegante habitación de su cuñada y sonríe por dentro al ver las obras de arte que adornan las paredes.

—Es el hombre que amo y sé que me ama a mí, sabré esperar.

—No tengo dudas de eso, cuñada. Eres un pan de Dios— suelta y rueda sus ojos con una sonrisa.

—Loquita— la voz de su hermano mayor la hace girar de pronto, está con ropa de casa, un mono holgado y una camisa sin mangas, sus firmes brazos están al descubierto mostrando sus hermosos tatuajes de castillos y dragones que adornan su blanca y pecosa piel.    

—¡Serch! — se lanza en sus brazos y, la hace girar llenando su vestido de pintura—, hermano, qué guapo estás, con razón mi cuñada no te deja.

Camila con sus mejillas rojas, le da un manotón a Samantha.

— Digas lo que le digas, no me dejara. Me ama con locura, no es así, Camila— ella asiente y Sam suelta un bufido.

—¿Y Felipe, está abajo? —pregunta Camila.

—No me hables de ese orangután— gruñe Samantha, haciendo un mohín en sus labios, está cabreada por lo arrogante y grosero que es, aunque la verdadera razón; es que no le prestó atención a sus insinuaciones y la ignoró por completo.

—Se van conociendo y te cayó mal, Sam—  indago, Sergio.

—Es un imbécil, pero sexy— responde con su voz chillona llena de picardía.

Sergio tensa su mandíbula y Camila se ríe al verlo.

—¡Samantha Gerber, mucho cuidado, no! aunque no vale la pena que te advierta, es un hombre muy correcto y nunca se atrevería a caer en tus pendejadas.

“Hermanito, al parecer no conoces a tu mejor amigo”— responde para sus adentro y trata de contener su lengua.

—Sí, sí, como digas, voy a darme una ducha— matizó y esbozó una leve sonrisa guiñándole un ojo a su cuñada, que está consciente que ella no se quedaría tranquila y menos le hará caso a su hermano.

—Ve, Cristal está con Marc— agregó, Sergio.

—¿Sigues manteniendo a ese parásito? — masculló entre dientes, Sergio ríe y añade:

—Sí, y dándoles estudios, igualmente que el otro parásito que lleva nuestra sangre— la jode y ella, levanta su dedo pulgar, no tiene nada que decir contra eso y se va, Sergio mira a su esposa con cariño y abre sus brazos para ella, que no duda en fundirse en ellos.

—Me perdonas, se me fue el tiempo— susurra con sus labios pegados a su cabello y deja un beso.

—Siempre, cielo.

••

Samantha se encuentra saludando a los invitados, lleva un hermoso vestido de color rojo ceñido a su figura, su espalda queda descubierta por completo y unos hermosos tacones dorados estilizan sus largas y tonificadas piernas, de algo le sirvió los años en la academia de danza, todos los ojos están encima de ella y, busca a su pequeña sobrina, muchos niños corren de un lado a otro.

Un hombre de traje que ya conoce, carga a su sobrina, su espalda es ancha y sus piernas se ven largas con el pantalón de vestir que le queda a la medida.

—¡Tía, estás aquí! — El moreno que la carga en brazos se gira y trata de mirarla a los ojos y no sus curvas bajo pequeño vestido.

Sus ojos se funden con los oscuros de él, y se acerca, quedando a solo dos pasos de él, los ojos de Felipe lo traicionan y se consigue mirando sus pechos, ella lo nota y carraspea.

—Amorcito de tía, ven conmigo que este señor tiene un problema en la vista y puede que no vea por dónde camina.

—Tío, pero yo te veo bien—alega la pequeña, acunando el rostro de Felipe, él deja un beso en su frente.

—Lo estoy, Cris, anda con tu tía bocona—masculla entre dientes.

—Si tú supieras el provecho que le saco— sonríe con picardía y humedece sus labios, Felipe traga grueso y suelta un gruñido, se dispone a irse y pasan un brazo, pasa por sus hombros.

—Cuidado mi querido amigo, esta tía es una diabla, que no te confunda sus ojitos angelicales— informó Marc con una sonrisa en sus labios, lanza un beso a Samantha al verla con su cara de mil demonios.

—Tía, quiero hacer pipí.

—Claro, cielo—levanta la mirada un momento hacia Felipe y, se deshace al ver sus gruesos labios que desea morder y añade—, Sr. Ribeiro. Gracias por traerme a casa no tuve tiempo de agradecerle.

Felipe asiente, sin mostrar ninguna expresión, y Marc, lo jode dándole con su codo.

Samantha se va moviendo sus curvas lo más sensual posible y, Felipe no lo duda en detallarla, no comete ningún pecado según él, nada más la está mirando, sin embargo, al sentir su paquete duro, maldice, se aleja de Marc quien lo está jodiendo por la cara que ha puesto.

Sergio lo llama y él, se acerca a donde está reunido con sus colegas.

—Hermano, pero qué cara traes. Te quería pedir paciencia con Sam, es algo peculiar y tiene unos juegos algo peculiares, también, por favor, sé que me entiendes lo que quiero decir— pasa su brazo por sus hombros y, este asiente sin decir una palabra.

Un fotógrafo se acerca y les toma una foto, Felipe siente que el traje lo ahoga y desata su corbata, se despide de su amigo y Camila tropieza sin querer con él y su bebida cae en su traje.

—Oh, lo siento, Felipe, déjame buscará algo para limpiarte— musita muerta de vergüenza y trata de no mirar a su esposo, este la ve negando y continúa hablando con sus colegas.

Felipe le sostiene su muñeca y la mira cariño para que calme sus nervios, ella se sonroja por el papelón que está montando.

—Tranquila. Camila, voy al tocador y me cambio con alguna prenda de Sergio.

—Lo siento de verdad.

—Shh, anda con Cris, mira, te está llamando— La pequeña le grita con sus manitas al aire desde la cima del castillo inflable, no ve a Samantha por ningún lado y supone que debe seguir dentro de la casa.

La busca por todo el lugar y no la encuentra, no comprende por qué actúa de esa manera, decide subir las escaleras y maldice por todas las habitaciones que tiene la parte superior, en eso unos tacones resuenan y la niñata le sonríe con picardía, él trata de disimular que lo pillo buscándola.

—Estoy buscando el tocador— aclara fríamente y ella se acerca mucho más, provocando que su respiración se vuelva pesada.

—Claro, ya te creí, déjame decirte una cosa, querido orangután, sé cuándo le llamó la atención a un hombre y más cuando tiene otras intenciones— musita cerca de su oído, mientras apoya sus manos en su firme pecho.

Felipe, aspira su loción y la aleja un poco de él, colocando sus manos en su cintura, sus largos dedos acarician su piel descubierta provocando que una electricidad los traspase a ambos.

—No necesito que me crees, mejor apártate, no quiero problemas— expresó y entró al tocador.

Samantha no piensa quedarse con esa, entra también detrás de él, y la mira con sus ojos oscuros a través del espejo.

“Es una niñata, vete, vete”—le gritó la vocecita en su cabeza.

 Ignorando a su sexto sentido y se quita el saco y va desabotonando su camisa.

—Podrías salir— musita con su voz más ronca de lo normal y la parte privada de Samantha se tensa y jadea sin querer, algo que no pasa desapercibido por el moreno que la contempla con deseo.

—No, me gustaría verte sin camisa— responde mordiendo su labio inferior.

La ignora en un momento de autocontrol y queda con su torso bien trabajado el descubierto, una fina capa de vellos adornan sus pectorales y bajan por sus abdominales perdiéndose entre la liga de su bóxer, Samantha, pasa saliva al dejar volar su imaginación.

—Me iré si me das algo— revolotea sus largas pestañas.

—¿Qué?

Se coloca detrás de él y sus manos acarician los pectorales de Felipe y él cierra los ojos por su tacto, quiere alejarla, pero, algo lo detiene.

“Es una cría, es una cría”—grita mentalmente.

—No juegues con fuego, eres una cría, déjame— gruñe y quita sus manos con brusquedad.

—Ja, de eso y más he jugado, no soy una jodida cría. Soy una mujer hecha y derecha, me voy en busca de otro que no me mire como una cría.

Todos los músculos de Felipe se tensan de golpe y sale del baño rápidamente, sosteniéndola de su brazo y la apega a su pecho, susurrando muy cerca de sus labios a solo una milésima de ellos.

—Yo también te diré una cosa, anda y ofrécete como carne fresca, si es que lo eres. ¡Yo me largo!

Samantha lo ve como baja en zancadas las escaleras, sin camisa y se cruza de brazos con la sonrisa más cabrona en sus labios. Camila sube de prisa con sus mejillas rojas, por ver a Felipe de tal manera.

—¡Señor, ese monumento va hecho en una furia! — agregó, y se abanica con su mano—, Sam, lo que hago por ti, dime, ¿sirvió de algo la vergüenza que pase al tirarle la bebida encima?

—Sí, y mucho. Cayó el orangután…        

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