Dante
El viento helado de la noche rusa me azota el rostro mientras camino por las calles, con la mente fija en un solo objetivo: encontrar a Vitelli y arrancarle la vida con mis propias manos.
Mi respiración es pesada, mis pasos firmes, decididos. No tengo tiempo que perder.
—No pareces un hombre con un plan —escucho la voz de Dimitri a mis espaldas.
Siento como todo mi cuerpo se tensa y mi primer pensamiento es tomar mi arma y defenderme, pero recuerdo la conversación con Lucía.
¿O debería empezar a decirle Larissa?
Me giro lentamente y lo observo. Su porte imponente y la mirada calculadora me dejan claro que no ha venido solo. El imbécil de Frederick está con él, vigilante, al igual que algunos de sus hombres.
—Mi plan es simple —gruño—. Encontrarlo y matarlo.
Dimitri suelta una carcajada seca y se cruza de brazos. A su lado el idiota juega con la cabeza y me dan ganas de volarle los sesos.
Definitivamente voy a llevarme a mi hijo y a Lucía de aquí.
En la brevedad.
—¿Y