Valerio tenía la frente empapada de sudor, pero Xenia respondió con valentía: —Vamos, no tengas miedo. Valerio, si no vas, llamaré a tu papá.
Valerio estaba atrapado y, aunque le resultaba difícil hablar, sabía que debía resolver esta situación de alguna manera. Miró a Mario y preguntó:
—Señor Jiménez, ¿puedo ir yo solo?
Valerio estaba sugiriendo que podría ir solo y ofrecer una compensación. Quizás los Fernández podrían darle a su padre un poco de respeto y dejar pasar este incidente sin que él se avergonzara públicamente.
Sin embargo, Mario no estaba dispuesto a darle un trato especial a Valerio en este momento y respondió fríamente:
—¿Acaso no escuchaste lo que dije antes?
En ese momento, Emiliano se levantó, enojado, y exclamó:
—¿Qué estás tramando? ¿No sabes quién es el señor Navarro y cuál es su posición? ¿Cómo te atreves a hablar así?
Evidentemente, Emiliano no comprendía completamente la importancia de los Fernández. Mario se volvió hacia Emiliano y sonrió fríamente, diciend