Simón le echó un vistazo a Valerio y dijo con calma:
—El hecho de que tú no puedas lidiar con esto no significa que yo tampoco pueda. Dales a estos tipos diez mil oportunidades y veremos si se atreven a tocarme.
Los compañeros de clase estaban asombrados. No esperaban que Simón, que había estado en silencio todo el tiempo, tuviera tanta confianza. La situación era clara: Valerio no podía enfrentar a don Fernández, pero Simón estaba dispuesto a plantarle cara a Mario y su jefe.
Sofía le agarró la manga a Simón en un intento de hacerlo callar y evitar que empeorara la situación. Simón le dio una leve sonrisa a Sofía para tranquilizarla y luego miró a Mario con calma.
Mario quedó momentáneamente desconcertado por la determinación de Simón. Después de un breve silencio, finalmente recuperó su compostura y dijo enojado: —Joven, estás buscando problemas, ¿lo sabías?
Simón respondió con desdén:
—En realidad, no estoy seguro de que los Fernández sean tan impresionantes como dicen.
La mirada