Silvano, enfurecido, tenía el rostro rojo de ira mientras gritaba con gran vehemencia: —¡Eres un necio sin remedio alguno, buscas que yo te acabe!
Mientras hablaba, la energía espiritual en su cuerpo estalló en grandes llamas, y con un movimiento rápido, lanzó una estocada directa hacia Ladislao.
Al caer la espada, un violento vendaval se desató ferozmente en el patio, levantando polvo y nubes en su camino.
Ladislao no se quedó atrás. Con un grito potente, encendió un talismán en su mano.
Al instante, un feroz viento se levantó, y miles de cuchillas de aire se dirigieron directo hacia Silvano.
Silvano soltó una risa aterradora y su espada emitió un aura de energía espiritual que se extendió rápidamente varios metros, desintegrando así las cuchillas de viento y continuando su camino hacia Ladislao sin lograr detenerse.
Ladislao retrocedió un paso y con un ligero movimiento de su mano izquierda apareció otro talismán, que ardió instante, invocando un rayo grueso como un brazo que se pr