En cuanto a los hombres, todos tenían una gran capacidad para beber.
Entre las mujeres, Daniela tenía una resistencia decente, pero Ivette y Lucia podían beber más que muchos otros hombres, vaciando rápidamente sus copas con gran entusiasmo.
Solo Rosalinda no tocaba el alcohol, sentada en completo silencio a un lado.
Al observar a los animados, los ojos de Simón mostraron un leve rastro de preocupación.
Faltaba Sofía aquí.
Daniela lo notó de inmediato y, levantando su copa, preguntó: —¿En qué piensas?
—Nada, — respondió Simón, alzando su copa muy animado para brindar con Daniela.
Daniela sonrió y dijo: —Me alegra oír eso.
Bebió su copa de un solo trago, pensando con gran satisfacción: —Sigue pensando en ella.
La celebración continuó hasta pasadas las diez, con el grupo aún animado y el salón lleno de gran jolgorio.
En ese momento, el teléfono de Simón sonó. Al ver quién llamaba, contestó y escuchó en ese momento la voz de Pedro: —Señor, esa gente ha vuelto. Esta vez son más y están sen