—¿Sabes lo arrogante que era ese chico en ese momento? —gritó Miguel, todavía furioso.
Abel bajó del auto con una expresión bastante preocupada y respondió:
—Joven Miguel, ese tipo estaba completamente loco. No vale la pena competir con alguien así. Personas como él tarde o temprano se encontrarán con alguien más temerario que ellos.
—¡Maldita sea! ¡La próxima vez que lo vea, no lo dejaré pasar! —exclamó furioso Miguel, mientras le daba una patada a una botella de agua que estaba en el suelo.
Simón se acercó con cierta curiosidad y preguntó:
—Abel, ¿qué pasó? ¿Por qué están tan alterados?
Abel, aún con cara de preocupación, explicó:
—Salimos a competir en el auto, pero en medio del camino apareció un joven imprudente. Conducía un auto de lujo y creyó que lo estábamos desafiando. Nos persiguió durante todo el trayecto e incluso bloqueó el camino en una parte. El joven Miguel quiso enfrentarlo, pero logré convencerlo de que no valía la pena hacerlo.
—Por eso está tan mole