Capítulo 2

—Es que es Lautaro, siempre me habla de Lucía —dijo Briana.

—¿Y eso tiene algo de malo, cariño? —preguntó su madre.

—No, para nada —respondió Briana.

—Yo sé que estás enamorada de él. ¿Cuándo le dirás tus sentimientos? —preguntó curiosa mientras caminaba de un lado al otro en la cocina.

—Mamá, no puedo. Lucía era mi mejor amiga, y...

—Pero lo que nunca entendí es, si ella sabía que a ti te gustaba tanto Lautaro, ¿por qué se metió con él? —preguntó su madre mirándola.

—No lo hizo a propósito. Ella también sentía algo por él, mamá, y nada, yo le di el paso y ella se quedó con él —explicó Briana.

—Eso me parece injusto, irracional —mencionó su madre mientras la apuntaba con la cuchara de madera.

—Da igual, mamá, ella ya no está aquí —dijo Briana.

—Tienes razón. ¿Y qué te dijo el tal Lautaro? —preguntó su madre.

—Me dijo, como siempre, que la extrañaba, que la amaba, que era incondicional, todas esas cosas hacia ella —respondió Briana.

—Y tú, ¿cómo te sientes con eso? —preguntó su madre.

—Un poco cansada, mamá. Siempre me habla de ella cada vez que tiene la oportunidad, creo que una parte de él me ve como si fuera Lucía —admitió Briana mientras se sentaba y colocaba una mano debajo de su mejilla.

—Quizás busca en ti algún rastro de su difunta esposa —sugirió su madre, y Briana coincidió mientras asentía un poco desganada.

—Hija, tienes que seguir adelante y olvidar a Lautaro —dijo su madre.

—No puedo, mamá —afirmó Briana.

—Cariño, todo va a salir bien, es solo cuestión de tiempo —comentó su madre, y Briana asintió un poco desganada. Quizás debía darle una oportunidad al amor, quizás no... no lo sabía. Miró su computadora de color rojo y se quedó pensativa.

Tenía un secreto oculto, uno que no había compartido con nadie, y sabía que no era apropiado hacerlo. Empezó a revisar algunas cosas en su correo y miró las cartas que Lucía le había enviado hace tiempo. Decidió leer una por una, pero primero se dirigió a su habitación. Su madre era curiosa y sabía que podía entrar sin problema, aunque la computadora tenía una clave. Siempre se preocupaba por bloquearla cada vez que se iba, pero esta vez la dejó encendida y empezó a leer.

Diálogo:

—"Mi querida amiga Briana, como sabrás, estoy muy enamorada de mi amado Esteban. Le quiero con todo mi corazón", empezó a leer Briana en la primera carta. "Pero él es muy pobre, y a mí no me interesa alguien como él que sea tan pobre. Yo quiero seguir adelante, quiero explorar el mundo, tener mucho dinero y comprarme todo lo que yo quisiera. Pero Esteban no me brinda todo eso. Creo que lo mejor es dejarlo, ¿tú qué piensas? Para mí, como siempre, lo más importante es el bienestar económico. Creo que eso te hace feliz. Y no, no estoy siendo egoísta, no pienses eso al leer esta carta. Buscaré a alguien que me mantenga y me dé todo lo que necesito".

Briana suspiró y empezó a leer otra carta, sintiendo un pequeño dolor de cabeza.

Briana, en ese momento, solo podía pensar en lo egoísta que había sido Lucía en su momento. Luego leyó la segunda carta.

Diálogo:

—"Amiga, me siento muy feliz en este día. Lautaro me propuso matrimonio. Por fin voy a ser rica, voy a ser la primera dama con todo el dinero que su apellido me brindará. Aunque me siento un poco triste por este engaño, yo le quiero, le amo con todo mi corazón. Dile, si lo ves, que esto solamente es una fachada, que cuando pueda me voy a separar y voy a estar con él por siempre. Le quiero con todo mi corazón y dile que le amo. Yo no quiero a Lautaro, yo solamente quiero a él. Él es el amor de mi vida y tengo que soportar todo esto para que los dos podamos vivir como reyes más adelante. Amiga, por favor dile a Esteban que le quiero, que lo extraño cada día, cada minuto sin él es interminable. Mi corazón late con tanta prisa cada vez que él está lejos. Por favor dile todo eso, dile que siempre le voy a amar. De tu mejor amiga, Lucía".

Briana suspiró y se tocó las sienes. Aún le costaba trabajo asimilar todo aquello y saber quién era realmente Lucía. Hasta que llegó a la última carta.

Diálogo:

—"Amiga, soy yo, Lucía. Quería decirte que estoy muy feliz, pude ver a Esteban. Lautaro no se dio ni cuenta. Hicimos el amor durante toda la noche, nos vimos en ese día y fue tan especial. Él me busca, él es el amor de mi vida, pero no puedo dejar a Lautaro, él tiene dinero. En cambio, Esteban es tan pobre que ni siquiera puede pagar un taxi para él solo. Yo no quiero esa vida, yo aspiro a algo más importante, algo que me dé mucho dinero. Tengo que fingir amor hacia Lautaro, fui elegida para ser la mejor esposa que él necesita. Y creo que eso es suficiente para él. Él dice que me ama y yo también se lo digo a menudo. Aunque es mentira, siempre voy a amar eternamente a mi amante, a mi bello y precioso Esteban. De tu amiga que te quiere muchísimo, Lucía".

Briana, con enojo, alejó la computadora de su lado. Qué cínica podía llegar a ser Lucía. Y Lautaro, lo peor de todo, la tenía como si fuera una reina en un altar. Para él era perfecta, mientras que Briana  sabía la verdad respecto a Lucía. Sin embargo, guardaba un secreto que llevaría hasta la tumba. No podía fallarle a la memoria de su mejor amiga, a pesar de estar perdidamente enamorada de Lautaro.

El día pasó rápidamente. En menos de un abrir y cerrar de ojos, Briana disfrutó del exquisito pastel de papas que había preparado su madre. Luego, se dirigió en su vehículo, producto de su propio esfuerzo y su gusto por ahorrar en cosas necesarias, hacia la mansión donde trabajaba. Estacionó el vehículo y suspiró, aún sintiendo las palabras de Lucía resonando en su cabeza, como si estuviera a su lado contándole todo. No podía negar que la extrañaba, habían sido amigas durante tantos años y ahora su ausencia dejaba un vacío existencial, especialmente relacionado con Lautaro.

Al ingresar a la mansión, Briana notó el alboroto, pero no le sorprendió.

—¿Qué ocurrió? —preguntó a su amiga Melisa.

—Lo de siempre, Lautaro está allá en un colapso mental, comenzó a tirar todo lo que tenía a su alcance, y yo me llevé a Emma —respondió Melisa.

—¿Y luego te llevaste a Emma? —preguntó curiosa Briana.

—Sí, para que no viera el mal estado de su padre borracho —dijo Melisa.

—Qué pesar —comentó Briana al ingresar.

—Creo que está en su habitación —añadió ella.

—¿Y por qué me dices a mí? Yo no iría a consolarlo —comentó Briana con desgano, levantando una ceja.

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