Veintiséis

Solo los condenados a muerte caminan voluntariamente hacia su final.

Amelia

Hoy es el tan esperado día, y por más que me miro al espejo no puedo creer que de verdad esté pasando. No siento felicidad ni emoción por caminar hacia el altar, solo desesperación y deseos de huir. Pero me mantengo firme, segura de lo que estoy haciendo: cumplir la promesa que le hice a mi madre antes de morir. Es absurdo lo que uso como motivo para permanecer en esta habitación, esperando a que vengan por mí.

¿Es tan fácil rendirse?

¿Voy a renunciar a mi libertad, a mi independencia, solo por una promesa?

No fue a cualquier persona que se lo prometí, fue a ella. Fue lo último que le dije antes de perderla para siempre. Salgo de mis pensamientos cuando mi teléfono empieza a sonar, en la pantalla veo el nombre de Noah, respiro hondo y contesto.

—Noah. —Las palabras me pesan.

—Firmó —dice con voz solemne.

Después de lo que pasó entre Sebastián y yo no lo he vuelto a ver, solo le envié un mensaje informándole qu
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