Pierdo la cordura en tus ojos.
Sebastián
No aparto la mirada de la figura de Amelia, la veo moverse entre los invitados saludando a cada uno con una sonrisa. Su andar es sofisticado y elegante, como el de una reina que se sabe poderosa y lo demuestra con sutileza. Lo hace para mantenerse alejada de mí, después de lo que sucedió en el auto. Es tan sensible, tan entregada. Es una droga mucho más fuerte de lo que imaginé. Juré solo tenerla una vez y ahora no consigo sacarla de mi cabeza, quiero oír sus gemidos a cada instante. Deseo quitarle el vestido de novia con lentitud, descubrir con calma cada centímetro de su deliciosa piel...
Salgo de mis pensamientos al escuchar una molesta y familiar voz.
—Si mal no recuerdo, dijiste, no, aseguraste, que esa mocosa inmadura, a la que ahora miras como un sádico, no te interesaba en lo absoluto. &mda