Angelo se echó a reír ante las palabras de su amigo, causando que la tensión disminuya.
—Cuento contigo —sonrió el señor Fiorentino.
Antonio sacó de su estuche un cigarrillo, encendiendo el mismo lo llevó a sus labios.
—Me voy. Mi esposa me va a dar una buena bofetada si me demoro todo el día —sonrió Antonio hablando de su amada Francesca—. Volveré en tres días a Miami, avísame cuando regreses.
—Que tengas buen viaje.
Antonio comenzó a irse, en ese momento, detuvo sus pasos y volvió a ver por encima de su hombro a su amigo.
—¿Qué te dijo Robert? ¿Pasó algo con la perra de Madeline?
Angelo negó.
—Sigue tan insoportable como siempre. Me avisaba de "aquel tema" y que él detective llegó a buscarme, pero al no encontrarme se marchó.
—Oh. Bueno, cuídate —se fue Antonio, hasta que subió al vehículo oscuro blindado que aguardaba por él.
En ese instante, sacó su teléfono móvil e hizo una llamada telefónica.
—¿Hermano?
—Anto. Han pasado días, ¿en qué problema te has me