Saravi.
Hay un tacto constante e insistente, húmedo y algo carrasposo que está recorriendo parte de mi rostro y cuello. La temperatura de mi cuerpo parece estable, aun y cuando siento que estoy empapada de pies a cabeza.
Parpadeo varias veces hasta que logré abrir bien los ojos, observé esa misma habitación de la que no quería tener ni un recuerdo y de la que necesitaba huir.
El toque de un paño húmedo por mi boca me hizo moverme de repente, entonces Samira tomó mi mano sin pensarlo.
—Solo estoy limpiándola —dijo sin mirarme a los ojos y con la cabeza gacha.
Me fui sentando lentamente, los músculos me dolían lo suficiente para que me costara este simple esfuerzo. Tenía el cuerpo magullado, golpeado y en algunos lugares lastimados hasta el punto de no resistir el roce.
Llevaba un camisón largo hasta los tobillos y una cinta que había amarrado mis cabellos, Samira en silencio seguía colocando algunas plantas en