Capítulo 6

13 de septiembre de 2016

Querido diario,

Estos últimos meses han sido una montaña rusa de emociones mientras me adaptaba a esta nueva y sorprendente realidad en la que me encontraba. Aceptar la existencia de los lobos y todo lo que ello conlleva ha sido, para decirlo suavemente, algo extraño y abrumador.

Mamá, por su parte, evita hablar del tema conmigo. Cada vez que intento sacar el asunto, ella se limita a decir que sabe lo necesario y suficiente. Una tarde, mientras preparábamos la cena, en un raro momento de apertura, me confesó que ella y Rafe eran compañeros predestinados, aunque admitió que no sabía mucho más allá de eso. Su voz se llenaba de cariño cada vez que mencionaba a Rafe, pero sus ojos evitaban los míos, como si ocultaran un mar de secretos insondables.

Con Max y Kallie, hablo de vez en cuando sobre todo lo relacionado con los lobos, pero nuestras conversaciones suelen ser breves y superficiales. Parece que hay un límite invisible que ninguno de nosotros se atreve a cruzar.

Y luego está Owen. Se fue hace unos días para comenzar su entrenamiento como Alfa, y su ausencia ha dejado un vacío inesperado en mi vida. Cada día, espero ansiosamente sus cartas. Cuando llegan, me encierro en mi habitación, devorando cada palabra, cada descripción de sus días y su entrenamiento. Me cuenta de los desafíos que enfrenta y de lo que aprende, y yo, a cambio, le escribo sobre la escuela y mi propio entrenamiento, intentando transmitirle la normalidad de mi día a día.

Pero lo cierto es que extraño a mi amigo. Extraño sus bromas, su sonrisa fácil y la manera en que siempre sabía qué decir para hacerme sentir mejor. Sus cartas son un pequeño consuelo, pero no sustituyen su presencia.

Cierro los ojos y me imagino a Owen entrenando, convirtiéndose en el líder que está destinado a ser. Y aunque me siento orgullosa de él, no puedo evitar sentir también un poco de tristeza por la distancia que nos separa.

Con cariño, Grace.

 Grace

—Es extraño que Owen te escriba tanto, —comentó Kallie, mientras ambas nos preparábamos para nuestro entrenamiento en la colchoneta. Sus palabras estaban teñidas de curiosidad mientras se ataba el cabello en una coleta alta.

—Somos amigos, no me parece extraño, —respondí, intentando enfocarme en estirar mis músculos antes de empezar.

Kallie y yo comenzamos una serie de movimientos, una especie de danza de empujones y bloqueos. Mientras nos movíamos, nuestras conversaciones se convirtieron en susurros, casi perdidos entre la concentración y el esfuerzo físico.

—Eso es lo raro, Grace. Owen no es de los que se socializan mucho, —dijo Kallie, esquivando uno de mis movimientos. —Es más bien reservado con la mayoría.

Esquivé un empujón suyo y respondí:

—Sí, pero hemos sido amigos desde que llegué aquí.

Nuestro entrenamiento se intensificó, nuestras respiraciones se hacían más fuertes y los golpes más rápidos, pero seguimos hablando en susurros.

—Pero no podría pasar nada entre nosotros, —dije en un momento, sintiendo un extraño nudo en el estómago. —Él encontrará a su compañera loba cuando cumpla los 18.

Kallie esquivó mi ataque y respondió con una mirada astuta.

—Aunque seas humana, podrías ser su compañera. ¿Lo sabías?

Sus palabras me tomaron por sorpresa, y por un instante, me distraje, lo que Kallie aprovechó para hacerme perder el equilibrio.

Hubo un momento de silencio, solo interrumpido por el sonido de nuestras respiraciones y el leve roce de nuestros pies sobre la colchoneta. Luego, en un impulso, Kallie atacó nuevamente, pero esta vez logré desequilibrarla, y en un movimiento fluido, la inmovilicé en el suelo.

—¡Ríndete! —exclamé, sintiéndome victoriosa pero también exhausta.

Kallie se echó a reír debajo de mí.

—Está bien, está bien, ¡me rindo! Pero, ¿segura que no hay nada entre tú y Owen?

Me levanté, ayudándola a ponerse de pie.

—Nada, —afirmé con una sonrisa. —De hecho, mis ojos están puestos en alguien más.

La expresión de sorpresa de Kallie fue impagable.

—¿En serio? ¿Quién es? —preguntó, su curiosidad claramente despertada.

Me encogí de hombros, guardando el secreto para mí.

—Eso es algo que me guardaré por ahora. Pero no te preocupes, te enterarás cuando sea el momento.

Nos quedamos mirando la una a la otra, compartiendo una risa cómplice.

Al llegar a casa, mi corazón dio un pequeño salto de alegría al ver una carta de Owen en el recibidor. Estaba a punto de correr a mi habitación para leerla en privado cuando Anya apareció de repente en el pasillo, bloqueándome el paso con una mirada desafiante.

—¿Otra carta de Owen? —preguntó Anya, su voz cargada de veneno. —Debe ser difícil para él tener que escribirle a alguien tan insignificante.

Tomé una profunda respiración, intentando mantener la calma.

—No veo por qué te importa tanto lo que Owen hace o deja de hacer, —respondí, tratando de pasar por su lado.

Anya se movió, bloqueándome de nuevo.

—Me importa porque es ridículo. Él es el futuro Alfa, y tú... bueno, tú no eres nadie.

—Yo soy su amiga, —repliqué, sintiendo cómo la ira comenzaba a hervir dentro de mí. —Y no necesito ser alguien 'importante' para que mi amistad tenga valor.

—¿Amiga? ¿Realmente crees eso? —se burló Anya, con una risa fría. —Por favor, Grace. Eres solo una distracción para él, nada más.

Las palabras de Anya me dolieron, pero me negué a mostrarle cuánto.

—No tienes idea de lo que hablas, Anya. Y no voy a dejar que tus comentarios mezquinos me afecten.

Anya se acercó más, sus ojos brillando con desdén.

—Deberías. Porque la verdad es que nunca serás parte de nuestro mundo. Siempre serás la extraña, la humana.

Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, pero me mantuve firme.

—Quizás no nací en este mundo, pero no necesito tu aprobación para saber quién soy.

Anya me miró con una mezcla de desdén y algo más, algo que no podía identificar del todo.

—Eres una broma, Grace. ¿Crees que realmente importas? Eres solo una humana.

Sus palabras hirientes me picaron, y algo dentro de mí se encendió.

—¿Estás celosa, Anya? —le pregunté, una osadía creciendo dentro de mí. —Porque, a diferencia de ti, yo recibo cartas de Owen.

Su rostro se endureció y sus ojos se estrecharon.

—¿Celosa? ¿De ti? —escupió con desprecio. —Por favor, no me hagas reír. No eres nada comparada conmigo.

—Entonces, ¿por qué te importa tanto? —insistí, sintiendo una mezcla de valentía y miedo. —¿Por qué te molesta que Owen y yo seamos amigos?

Anya dio un paso adelante, su furia apenas contenida.

—Porque tú no perteneces aquí, Grace. Y Owen... él merece algo mejor que una... una simple humana.

Antes de que pudiera responder, Anya levantó la mano y me dio un cachetazo. El golpe me tomó por sorpresa, enviando un dolor punzante a través de mi mejilla. Por un momento, todo lo que pude hacer fue sostenerme la cara, shockeada.

—¡Anya! —exclamé, mi voz temblorosa por la sorpresa y el dolor. —¿Qué te pasa?

Anya me miró con ojos fríos.

—No vuelvas a insinuar que estoy celosa de ti. Y recuerda tu lugar.

Con eso, dio media vuelta y se alejó, dejándome allí, con la mejilla ardiendo y el corazón latiendo fuertemente. No podía creer lo que acababa de pasar. Cerré los ojos por un momento, tratando de calmar el torbellino de emociones que me invadía. Luego, con la carta de Owen todavía en mi mano, subí a mi habitación, decidida a no dejar que el odio de Anya me derrotara.

Abrí la carta de Owen, encontrando consuelo en sus palabras manuscritas. Su letra era desenfadada, con ese estilo único y personal que siempre me había gustado.

Hey Grace,

¡El entrenamiento en el bosque está siendo una locura! Todos los días son como una maratón de obstáculos, pero en modo extremo. Estamos aprendiendo técnicas de supervivencia, cómo orientarnos en el bosque, y un montón de cosas sobre resistencia y fuerza. Creo que he descubierto músculos en mi cuerpo de los que ni siquiera sabía que existían.

Pero, déjame contarte algo gracioso que le pasó a Dan. El otro día, mientras practicábamos sigilo y rastreo, Dan estaba tan concentrado en no hacer ruido que no vio una raíz sobresaliente y ¡pum! Se fue de bruces al suelo. Lo mejor fue que intentó levantarse rápidamente, actuando como si nada hubiera pasado, pero todos lo vimos. Fue imposible no reírse. Ahora lo llamamos 'Dan el Sigiloso' a modo de broma, aunque él no está muy contento con el apodo.

¿Cómo estás tú? ¿Cómo van las cosas por allí? Me gustaría poder estar ahí para hablar en persona. Te extraño, Grace. Espero que no estés metiéndote en demasiados problemas sin mí para mantenerte a raya.

Cuídate mucho y escríbeme pronto.

Con cariño, Owen

Sonreí mientras leía la carta. A pesar de la distancia y las circunstancias, Owen tenía esa habilidad de hacerme sentir como si estuviera ahí con él. Sus palabras me traían un poco de su mundo y sus experiencias, y por un momento, pude olvidar las tensiones y preocupaciones de mi propia vida.

Agarré un bolígrafo y un papel, sonriendo aún por la carta de Owen. Me senté en mi escritorio, lista para compartir un poco de mi mundo con él.

Querido Owen,

¡Me alegró tanto recibir tu carta! No puedo imaginar cómo es entrenar en el bosque, pero suena como una aventura increíble. Y lo de 'Dan el Sigiloso', ¡no pude evitar reírme! Parece que están pasando buenos momentos a pesar del duro entrenamiento.

Por aquí, las cosas van bien. He estado entrenando mucho también. ¡Hoy incluso vencí a Kallie en una pelea de entrenamiento! No está mal para una humana, ¿verdad? Ella se lo tomó con humor, afortunadamente.

Con Anya... bueno, las cosas son un poco más complicadas. Pero estoy manejándolo. Estoy segura de que las cosas mejorarán eventualmente. No voy a dejar que sus actitudes me afecten demasiado.

Y antes de que se me olvide, ¡feliz cumpleaños anticipado! Espero que, a pesar de estar lejos y en medio del entrenamiento, puedas disfrutar de tu día especial. Te mando mis mejores deseos y un montón de energía positiva.

Cuídate mucho.

Con cariño, Grace.

Doblé la carta con cuidado y la metí en un sobre. Escribirle a Owen siempre me hacía sentir más cerca de él, como si a través de esas palabras pudiéramos mantener viva nuestra amistad a pesar de la distancia.

Tomé la pulsera de cuero trenzada que había comprado para Owen. Era simple pero elegante, con un dije de un versigir, un símbolo que sabía que le gustaría. El versigir, con su diseño intrincado y significado de protección y guía, me pareció perfecto para él, especialmente en este momento de su vida en el que estaba enfrentando tantos desafíos y cambios.

Con delicadeza, envolví la pulsera en un pequeño trozo de papel de seda y la deslicé dentro del sobre junto con la carta. Quería que Owen tuviera algo que le recordara que, a pesar de la distancia, estaba pensando en él y apoyándolo.

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