Nos marchamos y yo imploro que el viaje sea tranquilo, pero, no ha pasado quince minutos cuando debo gritar, por el malestar que siento y que amenaza con arruinar el auto perfectamente limpio del sobrino de Mary.
— ¡Detén el auto! — exclamo y el chico se estaciona, para que baje del auto y vomite.Me tomo mi tiempo y él no me presiona, si no que, me da mi espacio. Por ende, solo cuando he terminado es que entro al auto y él me entrega una botella de agua para limpiarme la boca.— Lo siento.— He estado peor, así que, no tengo como juzgarte — dice el chico encogiéndose de hombros.Retomamos el trayecto y yo continúo vomitando. El recorrido que debía tomarnos dos o tres horas, termina siendo uno de siete horas. Ya que, nos hemos detenido en baños en gasolineras, en droguerías y restaurante, porque supuestamente, comer me ayudaría, pero, no fue así.&