Giancarlo:
Despierto y lo primero que busco con la mirada es a Antonella o a Adam.
—Hasta que por fin despiertas. – Escucho una voz indeseable.
—¿Qué haces aquí?— Mi tono es molesto.
—No deberías alterarte luego de una operación, es riesgoso. – Por desgracia tiene razón.
—¿Qué quieres? Hasta donde recuerdo usted y yo no tenemos ningún parentesco. – Le contesto.
—Negar lo innegable. Mírate, eres igual a mi. – Me dice.
Me rio: Yo no le quite su herencia a nadie, ni abandone a una mujer embarazada y menos a mi hijo. Tampoco soy un golpeador.—El enojo se ve en su rostro.
—Son situaciones que ameritaron dichas acciones. – Se justifica.
—No me interesa