90.
Las trompetas del torneo rugieron en todo el coliseo. La multitud se levantó al unísono.
— ¡Damas y caballeros! ¡La gran final ha llegado! — anunció el narrador del torneo — Las gemelas del destino. Las hijas de Eraniel. Las dos princesas… Mariel y Miel… Una es la niña de la profecía… ¿pero cuál? —
El silencio se apoderó del estadio. Solo los pasos resonaron mientras Miel y Mariel subían a la arena desde extremos opuestos.
La reina Elora apenas podía respirar. Sus dedos temblaban al aferrarse a los bordes del asiento, sus uñas blancas por la presión. Sus hijas. Sus bebés. Una contra la otra.
— Esto no puede estar pasando… — murmuró, las lágrimas asomando sin permiso.
El Rey Alfonce estaba pálido. Nunca había sentido tanto miedo. No en guerras, ni en conspiraciones, ni ante la arpía. Pero ahora, viendo a sus hijas... sabía que el precio sería inasumible.
André, Damián y Matthew no decían nada. Cada uno apretaba los dientes, sabiendo que nada podían hacer. Solo mirar
Mariel caminó con el