81. En casa de Arturo...
Finalmente, cruzaron los límites de Leória. Faltaba poco, pero justo entonces fueron interceptados por un grupo de mercenarios. Los rodearon de inmediato, buscando objetos de valor.
—Solo somos campesinos —dijo Felipe, tratando de mantener un perfil bajo.
—¿Y qué nos darás para que no los matemos? —preguntó uno de los hombres con tono burlón, entre risas del resto. Todos iban armados, y varios portaban signos de magia.
—No tenemos nada, solo un poco de pan para no morir de hambre —insistió Felipe.
—Entonces creo que tendremos que quedarnos con ella —dijo uno de los bandidos, acercándose de forma amenazante a Mariel.
—¡Por favor, no! Ella es mi hija. Les ruego, llévense lo que quieran, pero no le hagan daño —suplicó Felipe, interponiéndose entre ellos.
Los hombres no estaban satisfechos con la oferta de Felipe. La joven les parecía demasiado atractiva, y el deseo que despertaba en ellos superaba cualquier razonamiento. Sabían que lo único de valor que podían obtener eran los caballos, p