81.
Mariel se quedó pensativa. Recordó los momentos junto a su padre: su protección, su apoyo constante. Si bien el rencor hacia la reina era profundo, su padre no merecía el mismo trato.
—Me suena a chantaje, Héctor.
—Tal vez… un poco. Pero me preocupas. Al menos dales una oportunidad —dijo, extendiéndole la mano.
Ella la tomó sin vacilar. Héctor seguía siendo un refugio seguro.
Juntos caminaron hasta la sala de estar. Al entrar, todos la miraron con sorpresa. El Rey se levantó de inmediato, emocionado.
—Esto es un milagro. Me alegra tanto tenerte de vuelta —dijo abrazándola.
Mariel se quedó rígida, tratando de reprimir la emoción. No quería parecer débil ante ellos.
—Gracias, padre —murmuró.
La Reina Elora se acercó lentamente, con lágrimas en los ojos.
—Mi amor, yo…
—No se acerque —interrumpió Mariel con frialdad, sin mirarla—. O no respondo por mis acciones.
El Rey retrocedió, preocupado por la tensión.
—Mariel, por favor… escucha a tu madre.
—Esa mujer no es mi madre.
—Lo soy —dijo la