Señor guardián

No tengo ventaja ante ellos. Soy un títere en sus manos, quiero salvar a Alana, no sé a cual lugar será donde la llevarán. Si se convertirá como ellos, muchos menos debo dejar que la aparten de mi lado, sus corazones están podridos y no quiero que mi hija sea como ellos.

Anthony sufre de pesadillas y grita algunas veces y creo que provienen de su infancia, porqué suplica en sueños diciendo (Ya, por favor. Teniente. Lo haré mejor) dos veces lo he visto llorar mientras duerme, sin embargo, nunca respondía algunas de mis preguntas.

Mi hija no pisará ese sitio, no puedo permitirlo.

Estoy sentada en el sofá, ya recogí los vidrios del pocillo que estrelló Anthony. Falta una hora para que llegue Alana. Los pasadores de la puerta suenan y mi estómago se retuerce, sus ojos están que echan candela y mi cuerpo se pone rígido en segundo. Sus pasos son firmes y sus manos están hechas un puño.

—¡De paso de estúpida, eres bocaza, Alma!, ¿¡qué ganas con eso!? ¡Ah, ya!, pensabas que mi madre me casti
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