No puedo perderla

Alma castillo

Alana duerme encima de mi pecho, acarició sus rizos dorados y siento un nudo en mi garganta. No la quiero despertar, quiero que duerma un poco más.

Cierro mis ojos y lo veo..., esa mirada grisácea llena de preocupación. Esa mirada tan cálida no sale de mi cabeza. Al principio me asusté, su altura, su voz que me hizo sentir de dos maneras; una me erizaba la piel y la otra me hacía sentir segura. En ese momento que me envolvió en sus brazos, me sentí abrumada hacía mucho no me sentía segura... Y lo peor, que fue en brazos de un desconocido, duele recordar que de esa manera me sentía en los brazos de Anthony. ¿Cómo llegamos a esto? Esa noche al llegar y sacar los víveres de la bolsa. Encontré una delgada tarjeta con un número celular y solo tenía escrito: Guardián por nacimiento.

La oculté lo más rápido que pude, ya que Anthony venía bajando las escaleras.

¿Quién coloca eso a su tarjeta?

Esa noche le agradecí tanto en silencio. Alana estaba muy feliz comiendo sus galletas con su leche, tanto que comió que quedó muy llena y se durmió en el suelo de su habitación, después la cargué y la dejé en su cama.

Continuó con mis ojos cerrados cuando siento una mirada pesada encima de mí.  Al abrir mis ojos está Anthony apoyado en el marco de la puerta está vestido deportivo ¿irá a correr? Me incorporó rápidamente y me levanto. Sus ojos caen en mis piernas desnudas, ya que dormir nada más con un camisón.

—Ven aquí — ordena de manera firmé, mi corazón late fuerte.

Termino tropezando con el desastre que dejamos anoche Alana y yo. No logro llegar a suelo, porque sus manos me sostienen de los hombros.

—¡Siempre eres tan estúpida, Alma! —escupe.

—Lo siento —murmuró sin mirarlos a los ojos—. Me han llamado, y me reintegro nuevamente al trabajo —me informa y sus ojos caen en Alana.

Quiero gritar de alegría, estar unos días sin Anthony, es lo que he deseado estos meses. Alana no merece crecer en encerrada en su habitación, solo tres veces a la semana sale de la casa. Cuando nuestra vecina Mel, la lleva para la guardería en la que ella trabaja y solo algunas veces al parque. Mel es más que una vecina, es mi mejor amiga aunque a veces, no logré comprenderme. También es muy cariñosa ella sabe lo que pasa en mi casa y por eso me convenció tanto que le diera permiso de llevar a Alana para la guardería y así, ella pudiera compartir con otros niños.

Mel no duda en ofrecerme su ayuda, pero no entiende que nunca podré escapar de las garras de Anthony, él sabe todo, con nada más hacer una llamada me encontrará.

—Hazme el desayuno que tengo que salir —apretó su mandíbula y seguía mirando mis piernas.

—Ya bajo —me giro rápido para ir a cambiarme y me toma del brazo con fuerza —. Creo que me apetece otro desayuno.

—Anthony… — le suplico, y mis manos comienzan a temblar.

— ¡Te callas Alma!, ¡Eres mi mujer, eres mía! ¡Es tú deber como tal! —gruñe.

Ya no podía decir nada más, me llevo a su habitación y apagó un poco más de mí.

—¡Mami! —Salgo de la ducha, al escuchar la voz de alana.

La piel me arde la tengo roja y los dedos de Anthony se marcan por todos mis brazos.

—Aquí, cariño —Al llegar en la habitación se detiene en medio de la puerta. Y mira a los lados, asegurándose que no esté el monstruo. Abro mis brazos para corra a ellos, y no lo duda—. ¡Mami...! —besa mi mejilla y sus manitas acunan mi rostro con delicadeza —. No llores, mami.

Niego y trato de detener mis lágrimas que suplican por salir.

—No estoy llorando cariño, nada más fue un poquito de jabón que me cayó en los ojos —le explico dándole un beso en la punta de su nariz.

Achina sus ojos: — Siempre dices eso... —Me quedo en silencio y no sé que decirle. Sus ojos azules me ven fijamente, pero es ella la que vuelve a hablar —, quiero ir con Mel, hoy tenemos un compartir.

Lo olvidé por completo, ¿qué le daré para que lleve? No tengo dinero, no sé dónde está Anthony para pedirle algo, así me gana sus gritos.

—Me quieres dejar, por ir con Mel —Le hago puchero y empiezo a dejar besos en su cuello—. ¡No, no!, ¡Mami, no! —ríe y sus mejillas están que explotan de lo rojas.

Es mi milagro

Sin duda Alana en mi bendición y lo que me mantiene en pie. Minutos después estamos vestidas, le coloque un bonito vestido de flores, unas zapatillas doradas y trence su cabello en forma de tiara. Salimos de la casa ya van a hacer las 9:00 AM, Alana corre y sube las escaleras de la entrada de la casa de Mel, montándose en la jardinera para tocar el timbre.

Toca varías veces, y gira a mirarme con una sonrisa gigante en sus labios, escuchamos un:— ¡Ya voy, carajo!

Esperamos unos segundos y sale Mel toda despeinada con su ropa colorida y sus labios bien rojos, Mel es una señora de cuarenta y algo, sin embargo, no los aparenta, vive sola no tiene hijos. Nunca me ha dicho porqué, pero dice que no los necesita. Que les es suficiente que con sus alumnos.

Alana abraza unas de sus piernas y, ella acaricia su mejilla.

—¿¡Estas lista para la fiesta de hoy, preciosura!? — canto.

—¡Sí, sí! ¡Quiero comer muchos dulces! — grita Alana.

En eso busco los ojos de Mel, y la miró apenada. Ella me guiña un ojo y rebusca en su gran bolso y saca un arreglo de dulces.

—Cariño, mira el regalito. Tu mami me dejó encargado hacerlo especialmente para el compartir.

Pestañeo y mis ojos se inundan. Alana, chilla de alegría y Mel le dice que suba a su coche. Me quedo en silencio y Mel me estrecho entre sus brazos.

Si supiera lo que significa en mi vida…

—Para eso es mi ahijada. —Me besa la mejilla y sonrió por lo que dice, desde que nos conocemos dice que es su madrina.

Termina por subirse al coche también.

En eso un silbido me hace girar en mi eje. Anthony esta justo al lado de su coche, sus cejas están fruncidas del lado del copiloto se baja su madre.

—¿¡Qué haces afuera!? —pregunta de manera brusca, su madre llega a nuestro lado y me mira de arriba para abajo con desagrado.

—Y-yo, estaba despidiendo a Alana. Hoy le toca ir con Mel —le explico sin mirar sus ojos. Clavo mis uñas en las palmas de mis manos.

—Esa mujercita no me cae nada bien. Es mal ejemplo para mi nieta —reprocha Sra. Máncer.

—Mel es una buena persona. —respondo en su defensa.

Anthony cierra la puerta de su coche y me da un fuerte empujón para que camine.

—Mi madre tiene razón… —murmura atrás de mí.

Entramos en la casa, su madre se sienta en el sofá. Y mira todo su alrededor, nuestra sala en pequeña, la parte baja está compuesta por; una gran cocina y sala de estar, más un baño de visitas. Las paredes son beige con cuadros de la aviación y muchos logros de Anthony. Y una sola fotografía de cuando... Éramos felices.

—Prepara algo para beber— mascullo en entre dientes, mientras se sentaba en otro sofá.

Preparo rápido el café, estoy transpirando cuando su madre viene, las cosas no terminan bien. Es tan mayor y tan mala a la vez.

En eso mis sentidos se alarman cuando escucho el nombre de Alana, mi pecho late fuerte. Busco en la alacena unos pocillos de cerámica y sirvo el café.

Camino con la bandeja y le ofrezco a la Sra. Máncer primero y después a Anthony me coloco la bandeja pegada a mi pecho esperando que digan algo. En eso los ojos azules de Anthony me ven fijamente.

—Mi madre se llevará a Alana, dentro de unos meses.

¿Qué? No, no. Pueden llevársela. 

—¡Nadie se llevará a mi hija! —bramó y agarro la bandeja con fuerza, mis piernas están temblando, pero me mantengo firme—, ¡No se llevará a Alana para ningún lugar!

Levanto la voz mirándola fijamente sin miedo. Mi hija nadie la alejará de mi lado.

Su cara se ensombrece y sus ojos se abrieron de golpe. Anthony estrella el pocillo en el suelo y pego un brinco.

—¿¡Cómo te atreves a gritarle a mi madre!? —Me toma del brazo me hace soltar un quejido.

—Mi nieta debe ser educada desde este momento, así como lo fue su padre. Y tú la tienes malcriada y altanera — me señala con su dedo.

—Es una bebé, por Dios... — sollozó y me retuerzo en el agarre de Anthony. Lo miro con mis ojos llenos de lágrimas—, Suéltame por favor. —Le suplico.

—Mi madre se la llevará y punto.

—Tú la odias, quieres alejarla de mí. ¿Por qué?, es una bebé —En eso miró a su madre—, ella es mía. Al que usted se refiere como su padre, ni la reconoce como tal. Y ni siquiera lleva su gran apellido. —La mano en Anthony me cubre la boca. Y me mira con advertencia.

Su madre no sabe que Alana solo lleva mi apellido.

—Anthony... —le dice su madre. Él me lanza al sofá, pero terminó cayendo en el suelo.

—Yo te explico, madre. Vamos —posa su mano la parte baja de la espalda de su madre.

—¡Dile que no la has reconocido! —le gritó con lágrimas en los ojos—, Alana es mi hija solo mía. Y sí se la lleva irá llamaré policía.

Anthony hace un gesto para lanzarse sobre mí, pero su madre coloca su brazo para impedirlo, y da unos pasos hacia mí: —Inténtalo, así no lleve nuestro apellido en su sangre corre la misma que la mía. Es mi nieta y tengo derecho. Nada más con hacer una llamada tendría el registro y nuestro apellido —me escupe con superioridad y me siento tan poca cosa—, tú no tienes ni dónde caerte muerta, más bien agradece que la tuviste tres años de su vida a tu lado, y ahora toca pulirla para que siga el legado familiar y pertenecer a la fuerza aérea de los estados unidos.

Anthony me grita con la mirada un —ya verás — y lloro acurrucada al sofá. Nada más escucho el portazo, y los sollozos no tardarán en salir aún más fuerte.

No puedo perderla…

                 

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