Piedad, señor

Alma Castillo

Sergio…, Llegó como un ángel esa noche que sentía que moría y después volvió ayudarnos siendo yo una extraña para él.

Tengo miedo, es un extraño y ruego que no haya informado a violencia doméstica. No tiene caso que lo haga, nunca escaparé de Anthony…, él siempre busca la manera junto a su madre de salir ileso, aunque nunca lo he denunciado, pero…, se que será de esa manera.

Hombres no debe haber muchos como él, su mujer es muy afortunada de tenerlo. Sonrió agradecida y miró a mi pequeña, que está tan feliz estos últimos dos días, tiene mucha energía gracias a que ha comido mucho mejor.

— Mami quiero ver a madrina, ¿podemos ir a su casa? — me pregunta, mientras pone una carita de perrito triste.

Esta niña manipuladora observó el reloj y faltan unas pocas horas para que Anthony regrese.

—Bueno, pero..., Solo un ratito. No podemos durar mucho. ¿Sí, cariño?

—¡Sí, mami! — salta a mis brazos y los enreda en mi cuello.

Dejo muchos besos y la apap
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