El día que no vengas, yo iré por ti

Al despertar y verla dormir entre mis brazos. Me lleno de dicha, su cuerpo estaba acurrucado al mío, sin nada de ropa, pase mis dedos por su cosilla y subí hacia su cabello y lo peine con ternura.

Me había ganado a la mujer más hermosa y lo más importante su corazón también, soy mucho más mayor que ella, pero eso no era nuestro impedimento solo la heridas que cargamos, que poco a poco han ido sanando.

Dejó un beso en su frente y me levanté para irme. Alana tiene la costumbre de despertarse muy temprano y venir corriendo a meterse en la cama de su madre, para dormir pegada ella dos horas más. Me vestí solo con el pantalón de algodón y guarde mi bóxer en mi bolsillo, parezco el propio amante que sale infraganti a altas horas de la madrugada.

Cierro la puerta con cuidado y al girar unos ojos zafiros me ven fijamente, tiene su ceño fruncido.

Es una niña, no puede concluir en que estábamos, solamente tiene tres añitos.

En eso señala mi dorso desnudo.

¡Joder, los tatuajes!

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