Matías apenas había terminado de leer la infame cláusula nupcial nuevamente cuando su celular vibró con un mensaje de su padre. "Ven a casa. Ahora." Tres palabras que no dejaban espacio para excusas.
Sabía lo que venía. Desde el momento en que descubrió que el contrato familiar lo obligaba a permanecer casado con Amelia, sintió un nudo en el estómago. Pensó que podría encontrar una salida, una forma de anularlo, pero los Ferrer no eran personas que dejaban cabos sueltos.
Cuando llegó a la majestuosa residencia familiar, lo esperaban en la gran sala de reuniones. Su padre, Lorenzo Ferrer, estaba sentado al centro de la mesa de caoba, con su madre, Irene, a su derecha. Su hermano mayor, Rafael, y su tío Esteban completaban la formación. Todos con rostros impasibles, pero con la mirada firme y calculadora.
—Matías —dijo su padre con voz grave—. Sabemos que ya leíste la cláusula. Así que nos saltaremos la parte donde intentas fingir que esto no es importante.
Matías entrecerró los ojos.
—N