—¿Samantha, de verdad eres tú? —preguntó Alejandro, su voz temblando de emoción.
—¡Sí, Andri, soy yo! —respondió ella, con una mezcla de alegría y nostalgia.
Al escuchar el nombre "Andri", Alejandro sintió una oleada de felicidad. Solo Samantha lo llamaba así, un apodo que evocaba recuerdos de tiempos más simples.
—¿Dime dónde estás? ¡Te iré a buscar ahora mismo! —dijo Alejandro, decidido.
—¡Estoy en mi casa! Puedes venir —respondió Samantha, su corazón latiendo con fuerza.
—¿Qué haces con Jerder? —preguntó Alejandro, curioso.
—¡Él está con mi hermana Nadin! —respondió Samantha, sonriendo.
Ambos estaban emocionados por el reencuentro, después de tanto tiempo sin escucharse. Alejandro condujo a toda velocidad hacia la dirección que ella le envió. Al llegar a la puerta de entrada, los guardias lo detuvieron.
—¿Habla quien buscas? —preguntaron.
—¡Dile a tu jefa que estoy aquí! —respondió Alejandro, impaciente.
Uno de los hombres tomó el intercomunicador y llamó. Al poco tiempo, lo dejaron