Capítulo 3. Finalistas

Henry se mostró intranquilo a partir de ese momento, sus ojos buscaron aquel tatuaje que le hacía pensar en Romina Mayer, sin embargo, no volvió a aparecer.

—¿Estás bien? Luces pálido y nervioso —expresó Lucas junto a su oído, simulado mirar la última actuación de la mujer.

—No lo sé —dijo—, no sé si estoy bien.

Henry se puso de pie cuando las luces se apagaron por completo. Necesitaba un poco de aire fresco, algo que le hiciera alejar aquella imagen de su cabeza; sin embargo, el rostro de Romina parecía tener vida propia en sus recuerdos.

Henry tomó una copa de whisky y la bebió, su garganta quemó ante el fuego del licor, pero no llegó a tranquilizarlo, las cosas solamente parecían empeorar para él.

—¡Henry! —gritó Lucas, acercándose a él.

—Necesito un poco de aire fresco, siento que estoy mareándome —musitó Henry.

—Debe ser la borrachera de anoche y si no tienes cuidado, hoy terminarás igual o peor que ayer.

Había molestia en la voz de Lucas, después de todo, había sido él quien tuvo que lidiar con Alex y Henry borrachos la noche anterior.

—No te preocupes, no beberé más que esto —aseguró, mostrando su copa vacía.

Lucas no le creyó y vigiló durante los siguientes minutos.

—No soy un bebé, Lucas, y no necesito un jodido niñero detrás de mí, cuidando mis pasos —gruñó.

—No soy tu niñero, Henry, soy tu primo y me preocupo por ti, en verdad que lo hago. No estás bien, no has estado bien desde la muerte de Romina y de tu hijo —soltó. Lo había dicho. Lucas lo había pronunciado en voz alta…

Henry se giró y lo miró entre enfadado y dolido.

—No tenías que…

—Callarlo no cambiará lo que pasó, Henry. Comportarte como lo haces, ¡tampoco le devolverá la vida a Romina!

Henry gruñó como un animal herido.

—No digas nada más —le advirtió.

—Tienes que olvidar el pasado, Henry. Romina no era tu pareja sentimental.

—¡Estaba esperando un hijo mío! —gritó Henry, pues le dolía que Lucas tocara un punto tan sensible para él en un momento como este, cuando recién había sido el aniversario luctuoso de Romina y el bebé, y él no había acudido al panteón a dejarle flores.

—Lo sé y no quiero parecer insensible, Henry, ellos ya no están y tú sigues vivo. Tienes a Nicole que te ama y a quien dices amar. Formaliza tu compromiso, cásate con ella y ten la familia que tanto deseas.

Henry se giró bruscamente al escuchar las palabras de Lucas. Conocía a Nicole desde la universidad, había estado enamorado de ella desde entonces. Nicole también había sido el motivo por el cual terminó acostándose con Romina aquella noche en el antro, cuando acompañó a Abby; sin embargo…

—No estoy listo para casarme, Lucas —declaró, dando un par de pasos para alejarse de su primo—. Hazte cargo de firmar el contrato con la chica vampiro, es la única que realmente vale la pena —añadió, alejándose de Lucas, caminando hacia el pequeño laberinto en el jardín del hotel.

Henry metió sus manos en sus bolsillos, mientras miraba el cielo y se pregunta, ¿cuál de aquellas estrellas brillantes en el firmamento era Romina y su bebé?

Para él la familia era primero, era lo que sus padres le habían inculcado desde pequeño. De no haber existido el accidente de Romina, ahora estaría casado y con un hijo o hija de siete años.

Henry no había podido evitar preguntarse un centenar de veces, ¿a quién se hubiese parecido su bebé? Si heredaría ese carácter explosivo de Romina o sería más como él.

Preguntas que jamás tendrían ninguna respuesta…

—Quizás tengas razón, Lucas, quizá sea hora de que deje el pasado atrás y empezar una nueva vida con Nicole —susurró.

Henry cerró los ojos por unos breves segundos, mientras el aire frío de Nueva York le calaba hasta los huesos, se había olvidado el abrigo…

—¿Tienes frío? —la voz suave e infantil le hizo girarse. Henry abrió los ojos como platos al ver a la pequeña parada frente a él.

Henry miró a todos lados, esperando ver con quién venía, pero estaba sola…

—¿Tienes frío? —cuestionó de nuevo la pequeña, mirándolo con curiosidad.

—¿Estás sola?

—Yo pregunté primero —refutó la niña, dando un paso hacia él, mostrando sus impecables zapatos negros y sus medias bajo el vestido de corte princesa.

Henry frunció el ceño, dio un paso atrás, alejándose de ella.

—¿Tu padre, no te ha enseñado a no hablar con extraños?

La niña se encogió de hombros.

—No tengo padre, pero tú no eres un extraño —musitó, jugando con la punta de su zapato sobre la hierba.

—¿No? —Henry estaba impresionado. ¿Cómo era posible que una niña como ella estuviera sola y que, además asegura que él no era un extraño?

—No, tu rostro aparece en muchas revistas —dijo.

Henry abrió los ojos como platos.

—Eso no significa que me conozcas —la regañó—. Podría ser un hombre peligroso.

La niña frunció el ceño.

—No me regañes, solo te hice una pregunta, pero si no quieres responder. Entonces me voy —farfulló—. Sigue hablando solo, como si estuvieras loco —masculló entre dientes, alejándose de Henry, quién no podía creer lo que la niña le había dicho. ¿Quién se creía?

—¡Hey, espera! —Henry fue detrás de la niña, pero la pequeña desapareció de la misma manera en que llegó.

Una extraña sensación se apodera de su corazón y el pensamiento va directamente hacía su hijo no nacido. ¿Sería una niña como ella? ¿Tan atrevida e intrépida? Henry negó, era imposible que esa pequeña fuera real. Quizá solo era producto de su imaginación, la imagen que sin querer se había proyectado.

Nervioso y pensando cosas que no debía, sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una larga y profunda calada, tratando de tranquilizar los latidos locos de su corazón.

Entre tanto, Mina caminó de un lado a otro, jamás en su vida había estado tan nerviosa como en ese momento, había trabajado tan duro durante los últimos años para presentarse al concurso y ahora, no podía estarse quieta, no mientras el jurado deliberaba y daba a conocer los resultados.

—Si continúas así, terminarás por marearnos a todos —manifestó Alec, sentado en el sillón.

—Estoy nerviosa, hay actores y actrices allí afuera persiguiendo el mismo sueño —comentó abrumada, llevándose una mano su pecho.

—Son tantos, pero pocos con tu talento, Mina. Deberías tenerte un poco más de fe. —Alec se puso de pie para detener los pasos de la mujer.

—Estoy demasiado ansiosa —aceptó con un ligero suspiro.

—Lo sabemos, eres la mejor, ¿verdad Bastian? —preguntó.

—Alec tiene razón, eres la mejor, mamá. —Bastian se levantó de su asiento. Tenía un porte elegante, heredado de generaciones. El pequeño era una versión exacta de su madre.

—Lo dicen porque me quieren mucho, pero pregúntenle a Holly —murmuró Mina, buscando a su hija con la mirada. El asiento donde antes estuvo la pequeña estaba vacío—. ¿Dónde está Holly?

Bastian miró a Alec, sus rostros cambiaron de color en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Dónde esté Holly? —urgió saber.

Era la primera vez que estaban en el hotel, había demasiada gente. El miedo se adueñó del corazón de Mina.

—Tranquila, vamos a buscarla —trató de reconfortarla Alec; sin embargo, Mina estaba a punto de perder la cabeza, cuando la pequeña abrió la puerta y entró como si nada.

—¿Ya nos vamos? —preguntó, sentándose en el sillón.

—¿Dónde estabas, Holly?

—En el jardín, es muy aburrido estar en un solo lugar, ¿estás moleta mami? —Holly parpadeó de esa manera que solo ella sabía.

Mina quería decirle que sí, quería gritarle que no debía irse lejos sin su permiso, pero tenerla delante de ella, sana y salva, era más que suficiente para ella, sin embargo, no le dejaría ver su alivio.

—Estarás castigada una semana sin ver televisión y te harás cargo de ordenar la sala —le advirtió.

Holly se cruzó de brazos y movió la cabeza en señal de aceptación. Sabía que se merecía el castigo, porque había desobedecido a su madre.

—Tranquila, Mina. Holly es solo una niña —intervino Alec en favor de la pequeña.

—Tú sabes que no pueden alejarse —musitó.

—Ahora está aquí, no dejaré que vuelva a desaparecer —le prometió, dándole un ligero abrazo.

Mina respiró profundo y trató de tranquilizar los latidos de su corazón, sobre todo, en el momento que la voz de maestro de ceremonias se escuchó. El hombre agradeció la presencia de los patrocinadores y a los participantes antes de presentar al jurado, quien ya tenía el veredicto en sus manos.

—Llegó la hora. —Alec le colocó una mano sobre el hombro.

—Espero conseguir una oportunidad, Alec, por mí y por ellos —musitó, mordiéndose los labios.

—Vas a conseguirlo, has trabajado muy duro para este momento —le animó y Mina asintió.

Henry le dio una última calada a su cigarrillo, era el quinto, quizá el sexto que llevaba en pocos minutos. Necesitaba tranquilizarse y volver al salón, no podía ser irresponsable y dejar en manos de sus primos, un trabajo que su padre le había solicitado hiciera de manera personal.

Con paso firme volvió al interior del salón, buscó a Lucas y Alexander con la mirada. Ambos estaban en una conversación que parecía muy animada, por lo que, se dirigió directamente a su asiento.

—Llegas a tiempo, van a llamar a los tres finalistas, son tres oportunidades de contrato —mencionó Alexander, sentándose a su lado.

—¿Quién crees tú que será el ganador? —preguntó con seriedad. Haciéndole ver a su primo que estaba en su modo “hombre de negocios”.

—Primero tendremos que conocer quiénes son los tres finalistas, luego podré emitir mi opinión —respondió Alex en el mismo tono profesional de Henry.

El joven magnate fue interrumpido cuando el maestro de ceremonia habló y llamó a los tres finalistas al escenario.

Mina sintió su corazón latir de manera alocada al escuchar su nombre y caminó hacia el escenario. En ese momento Mina supo que las cosas iban a cambiar para ella y sus mellizos…

Henry se quedó de piedra cuando la mujer hizo su aparición, el maquillaje de su rostro había desaparecido, dejando ver sus verdaderas facciones. Todo le parecía irreal, tenía que ser un sueño. Él no podía creer que frente a sus ojos estaba la mujer a quién creía muerta desde hace ocho años. ¡Romina Mayer!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo