Capítulo 4. Volver a verte

El corazón de Henry latió fuerte dentro de su pecho, su garganta se secó de inmediato y por un momento creyó que respirar era imposible. Tan imposible como aceptar que Romina estaba frente a él.

—Henry —llamó Lucas al darse cuenta del parecido de la mujer en el escenario y Romina Mayer—. ¡Henry! —exclamó y movió su hombro para llamar su atención.

Aquella breve distracción sirvió para sacar al joven CEO de su letargo, Henry se giró para ver a su primo, quería preguntarle si él había visto lo mismo que él miró.

—Tienes que subir al escenario —le dijo Lucas.

—¿La viste? —preguntó casi ahogándose con sus palabras.

—¿A quién? —preguntó Lucas con el ceño fruncido.

—Era ella, era Romina —dijo en tono bajo y ahogado. No podía salir de su asombro.

Lucas negó, pensando que Henry estaba peor que otros años, decidió sacarlo del salón, le murmuró algo a Alexander y se marchó con Henry.

—¡No estoy loco! —gritó Henry en el jardín.

—Nadie está diciendo lo contrario —refutó Lucas.

Henry se sentó en la silla, se mesó el cabello con frustración y trató de respirar. Estaba actuando como un loco y él no era así.

—Perdóname que te insista, Henry, pero debes dejar ir el pasado. Romina no volverá y tú tienes una vida, una novia que te ama y que te espera en Los Ángeles, no puedes seguir así —le aconsejó Lucas.

Henry tenía que reconocer que no estaba bien.

—Haz que Alexander o tú anuncien el premio, iré a mi habitación. Mañana volveré a Los Ángeles y me olvidaré de lo que aquí sucedió —aceptó.

Lucas asintió; sin embargo, no quería dejarlo solo.

—Estaré bien, no haré nada estúpido —susurró.

Lucas se levantó de su asiento y volvió al interior del salón, tenía que ver a esa mujer que había desestabilizado a Henry de aquella manera, era imposible que no se hubiese dado cuenta, él también había visto a la mujer, pero no le encontró ningún parecido con Romina.

Entre tanto, Mina apretó sus manos en dos puños cuando escuchó el nombre de la casa productora que estaba a cargo de aquel evento. Ella se había emocionado tanto, que no se había detenido a verificar los nombres de los patrocinadores, aunque, de todas maneras, no podía frenarse por nada ni por nadie, ella tenía dos hijos a quienes sacar adelante, por quienes vivir y luchar. Sus mellizos eran su razón de vida.

—Mina Stewart, por favor, ven al escenario —llamó el maestro de ceremonias.

Ella respiró, miró a Alec y a sus dos hijos, eso bastó para coger fuerza y valor, lo que tenía que pasar, pasaría. Si así lo quería el destino, que así fuera.

Mina caminó con paso nervioso y se paró al lado del hombre que dirigía el programa.

—Mina y Alfred, uno de los dos, tendrá la oportunidad de ganar este premio. No solo el cheque, sino la oportunidad de firmar con la casa oficial de este programa —informó el hombre muy entusiasta.

Mina asintió y miró entre el público, había mucha gente, muchas figuras importantes y fans.

—¿Están listos para conocer el veredicto? —preguntó.

Mina y Alfred asintieron.

—Tómense de las manos, respiremos —dice, mientras se dirige al público para animar la tensión entre los dos finalistas.

—¿Están listos?

—¡Sí!

—¡Mina! —anunció el presentador —. La ganadora de este concurso es, ¡Mina Stewart! —gritó el hombre.

Mina no podía creerlo, se mordió el labio y todo lo que siguió después, fue una bruma. Ella solo quería bajar del escenario, tomar a sus hijos entre sus brazos y decirles que la vida estaba a punto de cambiarles, y es que, Mina no estaba equivocada cuando presentaron a Alexander Cameron como representante de la casa productora, el encargado de entregar el premio y el nuevo contrato que la vinculaba con la Casa más importante de Los Ángeles.

La algarabía del público no se hizo esperar y entre vítores y aplausos, ella bajó del escenario, buscó a Alec y a sus hijos, quienes ya estaban acompañados por Adam.

—¡Lo hiciste, mamá, lo hiciste! —cantaban los niños felices al verla triunfar.

Alec le sonrió y le dio un beso en la mejilla, se sentía orgulloso de la mujer en la que Mina se había convertido.

—Felicidades —dijo, abrazándola.

—Gracias, Alec.

—Felicidades, Mina —dijo Adam, un poco más reservado que Alec.

—Gracias por venir, Adam —musitó ella.

La relación con Adam era muy distinta a la que mantenía con Alec, quizá porque ambos eran muy distintos a pesar de ser hermanos, eran como el día y la noche; sin embargo, eran como dos caras de una misma moneda.

—No podía perderme tu triunfo esta noche, felicidades —repitió, extendiendo el ramo de rosas que traía en las manos para Mina.

La mujer se sonrojó ligeramente, sin embargo, no lo rechazó.

—Gracias.

Adam negó.

—Es un placer y lo sabes —mencionó.

Mina no tuvo tiempo de responder, uno de los organizadores llegó y los interrumpió.

—Necesitamos hablar, Mina —expresó la mujer.

Mina asintió, se disculpó y camino detrás de la chica.

—¿Qué pasa?

—Ya conoces los pormenores del concurso.

—Sí.

—Bien, entonces no te olvides, que mañana antes del mediodía debes presentarte en el salón del hotel para firmar tu nuevo contrato. Te deseo mucho éxito, Mina, llegarás muy lejos —expresó la mujer.

Mina asintió, observó a la mujer marcharse antes de volver con sus hijos y sus amigos.

—¿Están listos para ir a casa? —preguntó con la voz cargada de emoción.

—No, no estamos listos. Adam nos ha invitado a cenar, ¿podemos ir? —preguntó Holly, batiendo las pestañas, tratando de convencerla.

—Vamos, Mina —pidió Alec.

—¡Estamos a punto de morir de hambre! Creo que nos hemos saltado la cena antes de venir al hotel —musitó Bastian con cara de tragedia.

Mina sonrió y asintió.

—Está bien, pero algo ligero, porque ya es muy tarde —musitó.

Los cinco salieron del salón y se marcharon al primer restaurante abierto que encontraron. Los chicos pidieron una hamburguesa y ella una ensalada, mientras Alec y Adam el plato fuerte de la casa.

Una hora más tarde, Mina entró a la habitación de sus mellizos.

—¿Tenemos que dormirnos? —preguntó Holly.

—Es tarde, cariño, los niños no deberían estar despiertos a esta hora.

—Lo sabemos, pero no podíamos faltar a tu presentación. ¡Ganaste, mami! —gritó Bastian y Holly se unió a él.

Mina los abrazó con fuerza, mientras trataba de controlar los latidos erráticos de su corazón y no eran de emoción.

—Vamos a dormir, pequeños traviesos —pidió.

Los chicos asintieron, Bastian tomó su pijama y salió al cuarto de baño, mientras Mina ayudaba a Holly a ponerse el suyo.

—¿Eres feliz, mamá? —preguntó Holly, sentándose a la orilla de la cama.

—Muy feliz, cariño —aseguró, dejando un beso sobre la frente de la niña.

—Yo soy muy feliz contigo y con Bastian, me gusta estar con Alec y Adam, pero… —Holly hizo una pausa.

—Pero ¿qué?

—¿Algún día conoceremos a papá? —preguntó.

El corazón de Mina subió a su garganta y por un momento creyó que iba a salirse de su cuerpo. Holly y Bastian rara vez preguntaban por su padre y ella no había sabido exactamente qué decir.

—¡Holly! No deberías hacer esas preguntas —la regañó Bastian, quien salía del cuarto de baño.

—Solo tengo curiosidad, ¿tú no? —cuestionó la pequeña.

Bastian miró a su madre y Mina supo que su respuesta era un rotundo “SÍ”, aunque él negara con un movimiento de cabeza.

—Mamá está cansada, deberíamos dejarla dormir —musitó.

El corazón de Mina se estrujó al escuchar a su hijo, había decidido no contarle nada sobre su padre, no por maldad, sino porque no deseaba que sus hijos amaran a un hombre que posiblemente no iba a estar a su lado, menos después de que rechazara hablar con ella un par de veces en el pasado.

Mina lo había buscado, había llamado una y otra vez a su oficina, pero la respuesta fue siempre la misma, él no estaba interesado en saber nada de ella.

—Vamos a la cama, mañana será un nuevo día —dijo, tratando de sonar animada.

Holly asintió y Bastian la imitó.

Mina salió de la habitación de sus hijos, luego de un beso y un “buenas noches”, mientras reprimió los recuerdos del pasado; lo último que deseaba era pensar en él…

A la mañana siguiente y luego de dejar a los niños en el colegio, Mina se dirigió a su trabajo, era su último día en la cafetería, así que, dio lo mejor de sí. Cuando el reloj le indicó que debía marcharse para reunirse con el representante del productor del concurso para firmar su contrato, no puedo evitar pensar en…

—¿Estás lista? —la voz de Adam interrumpió sus pensamientos, ella le sonrió y asintió.

—Sí, ¿vamos?

Adam asintió. Él era su abogado y no podía firmar ningún documento sin que antes fuera revisado por él.

El trayecto al hotel fue inquietante, Mina sentía que estaba a punto de saltar al vacío y no sabía los motivos que le hacían sentir de aquella manera.

—El señor Cameron los está esperando —anunció la recepcionista que ese encargó de recibirlos.

Mina caminó con paso firme, al tiempo que sintió la mano de Adam colocarse sobre su cintura.

—Pon la espalda recta —le susurró.

Mina asintió, mientras entraban al elevador.

Entre tanto, Henry jugó con la pluma entre sus dedos, había tenido una de las peores noches de su vida, la incertidumbre estaba ahogándolo, la imagen del tatuaje sobre la muñeca de aquella actriz le tenía al borde del colapso. Debía existir una explicación.

«No es un tatuaje único ni exclusivo, cualquiera puede hacérselo», le susurró su conciencia.

Henry cerró los ojos y respiró profundamente, al tiempo que la puerta se abría.

—Señor Cameron, Mina Stewart está aquí —anunció la voz de una mujer.

Henry abrió los ojos y su mundo se congeló en ese instante.

—Romina —susurró…

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