Capítulo Cuatro

La peor sensación de todas, es perder algo que realmente nunca has llegado a tener: puedes disfrutar de ello durante el tiempo que crees que existe, pero cuando descubres que tan solo ha sido una mala jugada del destino o de tu propia mente, todo ese gozo desaparece como si una fuerte ráfaga de aire se lo llevara, dejando en su lugar una agria realidad a la que te niegas aceptar.

Habían pasado ya largos meses desde que yo había sufrido aquella experiencia, y sin embargo, todavía me dolía recordarlo.

Me había pasado cerca de tres días sin salir de la cama, llorando sin parar por haber sufrido una pérdida que en realidad no había existido, y solo había dormido cuando el cansancio mental había podido conmigo.

<<—Mi amor, no puedes seguir así. —Me dijo Andrés, con suavidad, mientras se sentaba a mi lado, en la cama, y me apartaba un mechón de pelo que se había quedado adherido en una de mis mejillas por culpa de las lágrimas—. Tienes que animarte, dejar de pensar en ello. —Volví la cabeza bruscamente hacia él, haciendo crujir mi cuello al hacerlo, y lo fulminé con la mirada.

—¿Cómo puedes decirme eso? —Le espeté, mientras los ojos se me volvían a anegar de lágrimas que no tardaron en rodar por mis mejillas sin que yo hiciera nada por evitarlo—. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo después del chasco que nos hemos llevado? —Nuevas lágrimas afloraron en mis ojos, haciendo que la visión se volviera borrosa, y noté como el corazón se encogía de nuevo dentro del pecho; me volví de nuevo hacia delante, volviendo a apoyar la cabeza sobre la almohada para echarme a llorar.

—No voy a negarte que no me siento mal. —Dijo finalmente, sin dejar de pasar sus dedos por mi pelo despeinado—. De verdad me había ilusionado con la idea de que íbamos a ser padres. —Busqué el arrugado pañuelo de papel debajo de la almohada, y me limpié la nariz con él, sin poder dejar de llorar—. Pero debes de admitir que en parte ha sido mejor que haya sido una falsa alarma, que si hubiese sido un aborto, ¿no crees? —Tenía razón. Yo sabía que él la tenía. Y empecé a arrepentirme de haber descargado mi dolor contra él, de no haberme parado a pensar que cuando habíamos acudido a urgencias después de que empezara a sangrar, temiendo lo peor, para que el médico realizara los análisis correspondientes y nos dijera que, desgraciadamente, tras dos meses y medio de retraso, no había embarazo, aquello también podría afectarle profundamente a él, pues ambos habíamos sufrido el hecho de que pudiera estar perdiendo a nuestro hijo—. Prefiero mil veces pasar por eso que por la muerte de un hijo no nato. —Me volví de nuevo hacia él, y clavé mis ojos en los de él, no sin sentirme avergonzada por mi actitud.

—Sé que era pronto, pero últimamente me había imaginado el día del parto, en cuando por fin lo tuviéramos en nuestros brazos. —Me abracé a él, buscando aquella fragancia que lograba serenarme, buscar aquel calor que su cuerpo me transmitía, haciéndome sentir protegida—. Tal vez tengas razón, mejor esto que perderlo realmente; pero duele. —Entonces, me secó con ternura las lágrimas de mis mejillas.

—Podemos ser padres en cualquier momento. —Me prometió, hablando prácticamente en susurros—. Podemos hacer nuestro primer niño esta noche mismo, si eso es lo que deseas; pero con un condición. —Arrugué la frente, mientras parpadeaba con rapidez, sintiendo un ligero escozor en los ojos—. Quiero que primero te levantes de la cama, te des una ducha y comas algo. —<<No puedo prometer cumplir todo eso, pero lo intentaré>>, le dije mentalmente—. Necesitas recuperar fuerzas, pero sobretodo, necesitas a alimentarte bien. —Volví a parpadear con rapidez, confusa—. Porque pienso estar haciéndote el amor hasta que amanezca. —Y antes de que yo pudiera objetar, acabó de acercar su rostro al mío, y me besó>>.

<<Pero nunca cumplió su promesa>>, comentó mi odiosa voz de la conciencia, hurgando en aquella herida que creía tener curada.

—No, nunca llegó ese momento. —Convine, con pesar, aunque era cierto: a pesar de la promesa de que seríamos padres en breve, sus ausencias aumentaron en los últimos meses, y nuestras relaciones sexuales empezaron a disminuir hasta tal punto, que su trabajo había pasado a ser lo primero para él, y por un momento, llegué a pensar que alguna de esas furcias que tenía por modelos había ocupado mi lugar, y lo cierto es que motivos por pensar aquello no me faltaban: era cruzar la puerta del estudio, y la ropa empezaba a volar, literalmente, para dejar al descubierto cuerpos extremadamente delgados cuyas dueñas creían de veras que eran cuerpazos diez, cuando ni siquiera podían distinguirse los pequeños pechos debajo de los sujetadores. Pero aún y así, yo tenía mis motivos para creer que Andrés me estaba siendo infiel, y su extraña actitud repentina hacia mí, incrementaba aquellas sospechas—. Pero ahora eso ya no importa. —Agregué en un amargo murmullo, sacudiendo la cabeza, con tristeza—. Ya no hay un siempre juntos que vivir, tan solo nos une un estúpido contrato laboral. —Una vez más, maldije el momento en que acepté encontrarme con él en aquella cafetería, y aceptar su oferta de trabajo. <<Fueron sus ojos negros>>, recordé entonces, notando como un nudo se me formaba en el estómago al recordar la primera vez en que nuestras miradas se encontraron, y que lo primero que pensé fue que aquellos eran los ojos más bonitos y penetrantes que nunca antes había visto: me enamoré en aquel mismo instante de él, solo que sin saberlo.

Claro que tampoco sabía de su doble vida -algo que jamás hubiese imaginado-: me había limitado a aceptar el hecho de que aquel jovne empresario tan solo había tenido un estúpido capricho, y quería hacerlo realidad.

Un capricho que desembocaba en la necesidad de destacar por encima de los demás, y lo que me había llevado a pensar que el orgullo podía influir en la vida de ciertas personas, como si se tratara de una relación tóxica.

Sin embargo, ahora que me encontraba libre de cualquier tipo de compromiso, había decidido involucrarme al cien por cien en el trabajo por el que me habían contratado para volver a estar disponible lo antes posible en el mercado laboral, ya que, a pesar de que Andrés me había pagado una generosa cantidad de dinero, tarde o temprano se acabaría, y ahora que vivía sola en aquel dúplex, debía de espabilarme para pagar todos los gastos yo, pues por el momento no tenía pensado en volver a cambiar de hogar, almenos, no hasta que tuviera algunos ahorros con los que contar, y pudiera largarme a otra parte donde los recuerdos tan solo fueran eso, recuerdos.

Adoraba aquella ciudad, para mí era la más bonita y perfecta que podía haber en la faz de la Tierra.

Tal vez se diera a que había nacido en ella, había crecido corriendo por sus calles, estudiando en una de sus escuelas, enamorándome en cualquier rincón que por aquel entonces se me había antojado especial.

Pero también era cierto que, hasta que no hubiera superado aquella dolorosa ruptura, hasta que no hubiera encontrado respuesta a los interminables interrogantes que se acumulaban en mi mente, no iba a poder disfrutar de una vida completa y tranquila.

Entonces, un pitido en mi teléfono móvil me informó de que había recibido un correo electrónico.

Bajé la pestañita, y vi que era de Clara.

<<Que prisas se dan algunas, cuando quieren>>, me dije, frunciendo ligeramente el ceño, mientras apretaba encima para abrirlo.

Un breve y soso mensaje rezaba en el cuerpo de texto:

<<ESTAS SON LAS FOTOGRAFÍAS QUE HE CONSIDERADO QUE SON LAS MÁS BONITAS PARA COMERCIALIZAR; SI ESTÁS DE ACUERDO, FIRMA LA CESIÓN DE DERECHOS.

REFERENTE AL PAGO, LO ACORDAREMOS SEGÚN GANANCIAS.

ESPERO TU RESPUESTA EN BREVE>>.

Supuse que todavía debía seguir molesta tras las últimas palabras que habíamos intercambiado antes de que regresara de nuevo al estudio, totalmente cabreada, pues se había creído en absoluto el hecho de que yo no estuviera embarazada, aunque tal vez, lo que le había molestado realmente, había sido el hecho de que yo insinuara de que su hermano había dejado embarazada a alguna de sus super modelos, pues no había dudado en espetarme de que ese siempre había sido mi problema, los celos. <<Será cuestión de tiempo en que acabe de abrir los ojos referente a su hermano>>, me había dicho, de camino hacia casa. <<Ya ha descubierto que no es trigo limpio; en cuanto Andrés le confirme que una de esas furcias está embarazada de él, dejará de creer que yo soy la mala de la película>>.

Seguro que eso es lo que tú querías. —Me había acusado, furiosa—. Quedarte embarazada de él para poder sacarle más dinero; eres igual de interesada que esas estúpidas que posan para él. Jamás hubiera imaginado eso de ti. —Me había faltado muy poco para echarme a reír: ¿quedarme embarazada solo para ganar más dinero?

Menuda estupidez.

Sin embargo, lo cierto es que ya no me importaba lo que ella pensara, o dejara de pensar.

Era mi mejor amiga, o almenos, yo había creído que así era, pero desde que lo había dejado con su hermano, algo en mi interior parecía haber muerto; tal vez esa sensación era la que llamaban desamor.

La cuestión era que, lo único que había querido desde el momento en que yo había decidido que aquello había terminado, era poner tierra de por medio, alejarme de todo cuanto había vivido, y tras terminar con el trabajo que tenía pendiente, hacérselo llegar mediante mensajero, esperar su visto bueno y seguir con mi vida, dejando todo cuando había vivido hasta la fecha en el pasado.

Decidí firmar la cesión de derechos sin ni siquiera mirar antes las fotografías.

No tenía ánimo para mirarlas en aquel momento.

Así pues, pulsé la opción de volver a la bandeja principal del correo antes de pulsar la opción de salir, cuando mis ojos dieron con un correo que logró llamar mi atención.

<<NO TODAS LAS PRINCESAS SON DIGNAS DE LLEVAR ZAPATOS DE CRISTAL, MUCHO MENOS DE TENER EL PRÍNCIPE PARA ELLAS>>.

Fruncí el ceño, confusa: ¿qué signficaba aquél mensaje? ¿Y quién lo había enviado?

A pesar de una vocecita en mi interior me decía que no lo hiciera, presioné encima del mensaje para abrirlo.

<<SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE MERECE MÁS QUE UNA SIMPLE ESCRITORA BARRIOBAJERA>>.

La fotografía que habían adjuntado, logró hacer que se me cortara la respiración: en ella, Andrés salía besando a una chica morena, a la que yo jamás había visto, hasta aquel momento; ella estaba apoyada de espalda a la pared, rodeando el cuello de mi exnovio.

Entonces sentí como un nudo se me formaba en el estómago al darme cuenta de que yo también salía en aquella instantánea, prácticamente al fondo, y por la preocupada expresión de mi rostro, supe que en aquel momento, debía de estar buscándole.

<<A fin de cuentas, sí me fue infiel>>, me dije, notando como los ojos se me llenaban de lágrimas, mientras los invisibles dedos del dolor parecían envolver mi corazón, para empezar a estrujarlo, sin piedad.

Pero, ¿por qué me habían enviado aquél correo? ¿Y quién?

<<Alguien que está por encima de mí>>, me dije, mientras me limpiaba con las yemas de los dedos las primeras lágrimas que habían empezado a rodar por mis mejillas. <<Alguien que está dispuesta a demostrarme que siempre fui una segunda opción>>.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo