Llegaron a un restaurante en una pequeña plaza, a Annette, que nunca había salido de su ciudad de una sensación, le gustaba mucho Bruselas, era una ciudad muy hermosa, nada parecido al pequeño pueblo donde vivían.
- ¿Le gusta la ciudad? – preguntó Tristán mirándola por el espejo retrovisor.
- Sí, es muy hermosa…- comentó observando la ciudad por la ventana.
- Lo es, pero es como la pirita…- comentó sin mucho entusiasmo.
- ¿… Pirita? – preguntó sin comprender.
- Es un mineral que a simple vista parece oro, brilla como oro y tiene color del oro pero no lo es… es un mineral que no vale casi nada como lo vale el oro.
- Comprendo, o sea aunque brille a simple vista no es lo que uno espera.
- Pues sí…- respondió deteniendo el Cadillac Azul en frente del restaurante – este es el restaurante del cual le hablaba.
- Bueno, comamos aquí…- comentó mirando al edificio adornado con un gran cartel en las afueras que decía “Restaurante”
- … Sí… le aseguro que la comida le