Su recuerdo me consuela, me consume y me destruye. Tu recuerdo me recuerda que sigo vivo y que el dolor es real.
Cassandra
Alexander está cada día peor, me preocupa su situación. Me duele tanto verlo así: perdido en la bebida y en el humo del cigarrillo. Si tan solo supiera que fue lo que ocurrió entre Isabella y él, para saber cómo ayudarlo, pero lo único que tengo claro es que alguien lo drogó, no sé con qué fin y luego ella desapareció.
Desconozco a la persona irascible que ahora es. Solo se la pasa encerrado en su habitación; no come, no se asea, no es él. Ahora es un ogro apestoso empecinado en morir en medio de su dolor. Ya ni siquiera habla con nuestra madre y ella sufre al escucharlo llorar noche tras noche.
—Señorita Castle, hemos llegado. —Salgo de mis pensamientos al escuchar la voz de Rogert.
—No es necesario que me llames: señorita Castle, Rogert —pronuncio cruzando la mirada con la suya a través del espejo retrovisor—, tú puedes llamarme por mi nombre —añado seductora.
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