Capítulo 4

Capítulo 4

Una hora más tarde, Sergio me trae el contrato y me siento a leerlo apenas se va. Estoy ansiosa de saber cuáles son sus condiciones.

Cuando termino de leer el contrato, lo llamo al número que aparece en su tarjeta. Él contesta casi al momento sabiendo que soy yo, tiene mi número guardado, lo obtuvo de la misma manera que supo dónde me hospedaba.

—He leído el contrato y estoy indignada por varias de sus cláusulas, sobretodo, esta que dice que mientras el matrimonio dure no puedo relacionarme de ninguna manera con nadie que no haya sido aprobado por usted —expreso molesta, me parece excesivo. La verdad, creo que esto no es para mí, no soy el tipo de mujer que agacha la cabeza ante nadie.

—¿Volvemos al usted? —cuestiona tenso.

—Pues sí, porque con todo lo que leí, ha quedado claro que lo que usted quiere es convertirse en mi dueño, como en las épocas de la esclavitud —espeto furiosa.  

—No recuerdo esa cláusula, debió incluirla mi abogado. Cuando vaya a buscarte para comer, lo revisaremos juntos, ¿te parece? —propone escuchándose ansioso, pero no estoy tan segura de que quiera comer con él después de esto.

—¿Sabe qué? Mejor dejemos esto así, no creo que sea lo que usted busca. Y no se preocupe, no le diré a nadie sobre su propuesta. —Termino la llamada y apago el móvil, sé que él no se va a rendir con facilidad. Guardo mis pertenencias en el bolso y camino hacia la puerta. Tengo que irme ahora, no esperaré que Connor Brooks se aparezca por aquí intentando convencerme de que me quede.

Cinco minutos después, dejo la llave de la habitación en la recepción del hotel y cruzo las puertas de la entrada decidida a irme. Tal vez hice mal en rechazar a Connor, pero no soy el tipo de mujer sumisa y obediente, no resultaría.

Estoy caminando hacia la parada de autobús cuando siento un tirón fuerte que me hace caer de espaldas contra el suelo, provocando que me dé un golpe en la cabeza y pierda la conciencia.  Cuando vuelvo a abrir los ojos, me sobresalto y miro a todos lados aterrada, descubriendo que me encuentro en un hospital.

¡Dios! ¿Cómo llegué aquí?, ¿quién me trajo? No puedo pagar por esto, tengo que salir de aquí.

Intento levantarme de la cama, pero me tengo que recostar de vuelta cuando siento una punzada en mi cabeza. Me toco donde me duele y noto que llevo un parche adhesivo que ocupa más de la mitad de la parte posterior de mi cabeza, lo que indica que me han tomado puntos de sutura.

Pienso en presionar el botón para llamar al puesto de enfermería cuando la puerta se abre y veo entrar a Connor Brooks a la habitación luciendo como un desastre adorable. Lleva la camisa remangada hasta los codos, el primer botón desabotonado y el cabello desordenado.

Así que ha sido él quien me ha traído.

—Olivia, gracias a Dios —pronuncia aliviado al verme despierta y se acerca a mí tan rápido que parecía que volaba.

—¿Qué… qué me pasó?, ¿cómo es que usted…? —balbuceo con voz débil, no me siento muy bien.

—¡Shhh! No te preocupes por nada, todo estará bien —asegura con voz gentil, acariciándome la mano con suavidad. ¡Es la primera vez que me toca! Y así, adolorida y todo como estoy, no puedo evitar sentir un torrente de electricidad que viaja desde mi mano y se esparce al resto de mi cuerpo de forma descarada.

—Quiero saber —pido mojándome los labios, los siento resecos. Su mano sigue envolviendo la mía y la electricidad continúa corriendo dentro de mí como el torrente de un río. Connor Brooks me gusta, de eso no tengo ninguna duda.

—Un hombre te atacó cuando caminabas por el andén, vi cuando lo hizo porque iba al hotel a hablar contigo, me bajé del auto y llamé al 911. Sergio intentó alcanzar al hombre, pero fue más rápido y huyó con todas tus pertenencias —me explica con una mirada furiosa.

—¡Ay, no! Se ha llevado todo lo que tenía, el dinero que había reunido para mis padres, mis documentos de identidad, mi teléfono… todo. ¿Qué voy a hacer ahora? —digo desesperada. No puedo creer que sucediera esto.

—Como te dije antes, no debes preocuparte por nada. Estoy aquí, Olivia, te ayudaré —asegura mirándome fijo con sus preciosos y cautivadores ojos azules. Y aunque me encantaría ser la princesa rescatada por el atractivo caballero de brillante armadura, entiendo que la vida no es un cuento y que nadie hace nada de gratis, que su ayuda tendrá un costo.

—No, no puedo aceptarlo, no tengo cómo pagar y no quiero quedar en deuda con usted —apunto decidida. Lo que pasó no cambia nada.

—Nunca tomaría ventaja de algo como esto. Solo quiero ayudarte, nada más —replica con expresión contrariada y me suelta la mano pasándosela por el cabello como señal de frustración.

—Lo siento, pero la vida me ha enseñado a no confiar en nadie y para mí usted sigue siendo un extraño, no puedo saber si sus intenciones son buenas o no —me sincero, es lo menos que merece después de haberme traído al hospital y cuidado de mí—. Le agradezco que me trajera aquí, pero…

—Pero nada, Olivia. No seas terca. Puedo ayudarte y quiero hacerlo. No tienes dinero ni documentos ni un lugar donde dormir. Y no voy a dejarte aquí sabiendo todo eso, no me lo perdonaría nunca —expresa tenso y con una mirada culpable.

En eso, una enfermera de mediana edad entra y me pregunta cómo me siento, respondo que me duele la cabeza y ella dice que me pondrá analgésicos para ayudarme a sentir mejor.

—¿Cuántos puntos de sutura me han puesto?  

—Diez, fue una fuerte caída la que tuvo, por suerte, no sufrió contusión ni ninguna lesión grave —contesta con amabilidad, me parece una mujer muy dulce.

—¿Entonces puedo irme ya? —me apresuro en preguntar, entre más tiempo esté aquí, más tendré que pagar.

—El médico debe decidirlo, le diré que venga a verla en cuanto pueda.

—Se lo agradezco. —Sonrío, ella me devuelve el gesto y se va luego de decirme que no dude en llamarla si necesito algo.

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