Cediendo el control
Cediendo el control
Por: Flor M. Urdaneta
Capítulo 1

La noche en el club ha estado muy movida, siempre es así los fines de semana, ya perdí la cuenta de los tragos que he servido y del número de clientes que he atendido en dos horas. Desde que llegué, no he parado ni un momento. Al menos he recibido buenas propinas, a este ritmo, conseguiré el dinero que necesito para rentar un apartamento decente y dejar de dormir en hoteles baratos donde solo hay agua fría y los colchones rechinan.

—Olivia, el señor Brooks ha pedido que subas a la sala VIP —anuncia Kate desde el otro lado de la barra. Kate es una de mis compañeras de trabajo y a la única a la que puedo llamar amiga.

—¿Por mí? —inquiero frunciendo el ceño. Se trata de uno de los clientes más ricos del club, lo he atendido algunas veces, pero nunca había pedido por mí. Lo recuerdo muy bien, es hombre muy guapo, imposible de olvidar. Es alto, fornido, de ojos azul cielo, cabello avellana y facciones varoniles muy marcadas, debe rondar los cuarenta y tantos años y siempre viene solo.

—Sí, sí. Ve, no lo hagas esperar, que él es muy generoso con las propinas —me apura Kate guiñando un ojo, conoce mi situación y sabe lo mucho que necesito el dinero.

—Gracias, Kate. —Rodeo la barra y subo las escaleras que conducen a la sala VIP. Un guardaespaldas está custodiando la puerta, al verme, me permite la entrada sin hacer preguntas. Ingreso al reservado de uso exclusivo para los clientes preferenciales y veo al señor Brooks sentado en el sofá orejero de cuero negro ubicado frente a la mesa.

Me acerco a él sin tener idea de porqué me ha mandado a llamar y me detengo a un metro de distancia, percibiendo el aroma amanerado y cítrico de su perfume. El señor Brook alcanza el vaso con whisky que está servido junto a una botella de Jack Daniels recién empezada, bebe todo el contenido, deja el vaso en la mesa y se pone en pie antes de caminar en mi dirección mirándome fijo, de una manera que me inquieta.

—Sé que se está preguntando por qué he pedido por usted —pronuncia con voz segura. Asiento como respuesta y él continúa hablando—. La he estado observado y creo que usted es perfecta para lo que voy a proponerle. —Plantea, quedando a menos de diez pasos de mí. Y, como me supera en estatura por al menos siete centímetros, debo alzar el rostro para verlo a la cara. Teniéndolo tan cerca, puedo apreciarlo mejor. Sus ojos de un celeste oscuro, enmarcados por cejas gruesas y pobladas; sus labios asimétricos y delineados; el hoyuelo en barbilla, que se hace más profundo cuando se queda en silencio… Me fijo en todo eso en cuestión de segundos, a la vez que se repite en mi cabeza lo que dijo hace un instante: «usted es perfecta para lo que voy a proponerle».

—¿Qué propuesta? —cuestiono sin inmutarme, él no me intimida, he sobrevivido a mucho para que alguien lo haga.

—Lo que diré debe ser confidencial, le recuerdo que todos los empleados del club firman un contrato que incluye una cláusula de confidencialidad para proteger a sus clientes. Si le dice a alguien lo que le diré, estará en problemas —advierte con expresión seria.

—Sí, recuerdo haberlo leído —comento cambiando mi peso de una pierna a la otra. Comienzo a perder la paciencia, quiero que me diga ya cuál es la fulana propuesta.

—Como mencioné antes, la he estado observando y también la he investigado y sé que su situación económica es difícil, que ha entrado a este país de manera ilegal —revela como si no fuera gran cosa admitir que me ha estado siguiendo como un acosador. Pero eso es la menor de mis preocupaciones, lo que me ha dejado hecha de piedra es que sabe que entré a EEUU de manera ilegal.

¿Y si me denuncia y me deportan?

¡No, esto no puede estar pasando!

—No se preocupe, no pienso reportarla —asegura al notar cómo me ha afectado lo que dijo—. Mi intención es ayudarla a legalizar su situación en el país, además de pagarle una suma significativa a cambio de que se case conmigo —agrega, dejándome muda.

¿Quiere que me case con él? ¿¡Se ha vuelto loco!?

Cuando recupero la voz, reacciono.

—¿Casarnos? Pero si no nos conocemos, lo he atendido solo un par de veces y…

—No sería un matrimonio en toda regla —explica interrumpiéndome—. Los detalles están descritos en el contrato que tendría que firmar, si acepta —puntualiza con sus ojos clavados en los míos, atento a mi respuesta.

—Esto me parece una locura. No creo que se le dificulte conseguir a alguien que esté dispuesto a casarse con usted sin tener que pagarle ni ofrecerle nada a cambio. ¿Por qué me propone esto a mí? —pregunto inquieta. Es que no me explico por qué un hombre como él me pediría algo así, soy una simple mesera en un club, indocumentada, además.

—Sí, puedo elegir a cualquiera y la elegí a usted por su hermosura, por su carácter y por lo mucho que se esfuerza a pesar de haber tenido una vida difícil. Aceptar mi propuesta solucionaría todos sus problemas económicos —enumera muy seguro. Y aunque me sorprende la manera en que habla de mí, no puedo obviar sus intenciones.

—Es decir, que quiere comprarme como si fuera mercancía —siseo con desdén—. Mire, yo nací de noche, pero no anoche, y esto que usted propone no tiene ni pies ni cabeza. Elija a otra mujer, porque yo no pienso casarme con usted —expreso decidida, aunque una voz interna me está tentando a cambiar de opinión. La verdad, ese dinero haría una gran diferencia para mí y mi familia.

El señor Brooks frunce el ceño y se va a servir un trago en absoluto silencio. Lo sigo con la mirada y me fijo en su espalda ancha, en su andar seguro y en la manera que se ajusta el pantalón en su trasero. ¡Está como le da la gana! Es imposible no sentirse atraída a él, aunque mi yo racional intenta resistirse.

Lo veo beber un trago de whisky y dejar el vaso de vuelta en la mesa antes de girarse y enfrentarme.

—¿Puede reconsiderar mi propuesta? Obtendrá una suma millonaria por estar casada conmigo durante un año, su única obligación será aparentar que me ama delante de mis amigos, familiares o cualquier persona cercana a mí. En la intimidad, cuando estemos solos, no tendrá que fingir, dormiremos en habitaciones separadas…

—¿Por qué querría una vida así? No tiene sentido —cuestiono interrumpiéndolo. Él es un hombre joven, ¿para qué casarse conmigo si no compartiremos la cama? A menos que piense acostarse con otras mujeres mientras estemos casados.

La mirada del señor Brooks se vuelve gélida y tensiona la mandíbula. Parece que he tocado una fibra sensible.

—Mis motivos son personales, solo necesita saber que no la considero una mercancía, véalo como una oferta laboral o un acuerdo de negocios beneficioso —plantea insistente—. Le daré unos días para que lo considere. Este es mi número personal, puede llamarme cuando tome una decisión. Pero piénselo bien, señorita García, esta es una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida. —Me tiende una tarjeta de presentación que se saca del bolsillo interior de la chaqueta. La recibo y leo: Connor Brooks, CEO de Brooks Industries. Y, debajo, está su número telefónico.

—¿Puedo irme ahora?

—Si no tiene más preguntas, sí, puede marcharse —responde uniendo sus labios, parece decepcionado, ¿acaso pensó que iba a caer a sus pies solo porque me ofreció dinero?

—De hecho, sí tengo una. ¿Qué le hace pensar que sería «perfecta» para ese trabajo? —cuestiono alzando una ceja, demostrándole que ni su estatus ni su posición me intimidan.

—Porque tiene motivación. Cruzó la frontera, arriesgando su vida para venir aquí, trabajar y ayudar a sus padres. No gasta de más, no se da gustos, solo se queda con los suficiente para sobrevivir, y eso me dice mucho de usted —responde al momento, como si lo hubiera tenido muy claro. Y debo admitir que me sorprende que sepa tanto de mí, aunque a la vez me asusta.

—Voy a pensarlo, pero no le prometo nada.

—Es todo lo que le pido —enuncia con un asentimiento.

Enseguida, salgo de la sala VIP caminando rápido, como si me persiguiera una manada de lobos, y entro al baño dejando salir el aire que estuve conteniendo desde que me paré delante del señor Brooks.

—¿Esto en verdad ha pasado? —me pregunto mirando al espejo a una mujer de cabello chocolate, liso, atado en una coleta alta, con ojos grandes color café, labios carnosos y rostro ovalado. No puedo creer que alguien como él se fijara en mí. Un hombre de su estatus debería buscar esposa en su círculo social, no en un club nocturno.

Cuando vuelvo a la barra, Kate quiere que le cuente lo que pasó, pero no es el mejor momento para hablar y la convenzo de que se lo diré todo más tarde.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo