Cazado Con Ella
Cazado Con Ella
Por: Marcia E. Cabrero
Capítulo 1 -

Brianna

—Brianna, hija, de no tener otra alternativa, te aseguro que…

Ruedo los ojos, cansada de esta plática, callando así sus disculpas sin sentido. No me gusta la grandiosa idea de mis padres, no me interesa en lo más mínimo. Estoy cansada de rogar y buscar alternativas, que podrían resultar efectivas, para no ceder ante esa absurda petición. Amo a mis padres, haría muchas cosas por ellos y lo saben, pero esto me parece una completa locura. Aún más viniendo de ellos siendo personas tan liberales y sensatas.

—¿Estás seguro de que no hay otra manera de salvar la empresa, papá? —digo, como así pudiera lograr que entren en razón.

Mi padre niega, mientras parece exasperarse por mi continuo andar por toda su oficina, y mi madre, a su lado, se muerde las uñas como siempre que está tensa. No estamos en bancarrota, no estamos ni de cerca de ello, pero vivimos en un mundo competitivo y cada vez hay más competencia y más opciones de entretenimiento que podrían desbancarnos en menos de nada.

Me miran, expectantes. Él desde su silla de cuero tan serio como siempre y mi madre detrás de él, como siempre, siendo su apoyo incondicional. Ambos se ven muy preocupados y aún se me hace increíble que tengan algún tipo problema en su empresa, ellos suelen ser muy precavidos ante cualquier negocio o movimiento desconocido que se propongan hacer.

—Hemos analizado diferentes opciones —dice mamá—. Lo sentimos mucho, hija. Si no quieres hacerlo, está bien. No te obligaremos a hacer algo en contra de tu voluntad. Esto es sólo una manera de proteger nuestro patrimonio.

No está en mi naturaleza ser insensible a ellos, así los que me rodean piensen lo contrario. Esas miradas suplicantes y manipuladoras me convencen ante esta locura. Me parte el alma verlos de esa manera rogarme por algo. No trabajo en la empresa de mis padres, me gusta mi independencia y sobresalir por mis propios medios y esfuerzos, pero sé que esa es mi herencia, después de todo soy su única hija.

Noto a mi madre desesperarse un poco cuando me distraigo en el teléfono. Sabe que si atención se dirige a algo lejos de ellos, es porque mi interés se ha ido y no habrá manera de convencerme.

—¿Por qué poner esta condición?

—No es una condición. Son negocios —dice papá, con obviedad—. Queremos fusionar ambas empresas y, para que no haya inconvenientes de dinero ni pleitos futuros, llegamos a la conclusión de que la mejor manera de protegernos es unir ambas familias. Queremos que sea una unión estable y, por lo tanto, duradera. Queremos un consorcio que rompa fronteras, que podamos expandirnos sin ser competencia. Reconoce que es un excelente negocio.

Entrecierro la mirada antes de alejar mis ojos del teléfono y declarar por terminada mi investigación sobre WB Media, y él sonríe. Esta explicación se escucha mucho más como un pleno interés de expansión, a un negocio de salvación como única vía de superación. Mi adorable padre me guiña un ojo y sonrío, porque tiene mucha razón.

Sé perfectamente en qué consiste una fusión y no me gusta la idea de tener que unir los patrimonios y crear así una gran empresa. No voy a negar que es bastante tentadora y ambiciosa la idea, de esta manera nos diversificaríamos geográficamente hablando y los costos bajarían considerablemente.

—¿Y con quien se supone me tengo que casar? —pregunto resignada sentándome, al fin, frente a su escritorio.

No puedo creer que esté considerando ceder ante esta locura.

—Frederick tiene dos hijos, pero te casarás con Dante. Él no trabaja con su padre, así que podríamos decir que pasará desapercibido.

Sonrío, porque no hay nada que odien más los inversionistas que las manipulaciones, aunque su amor por el dinero quizás podría comprar su interés. Llenar sus bolsillos. Mis padres son buenos en ello.

—Dante Williams —murmuro, esperando una confirmación que no necesito.

Asiento, segura de que investigaré mucho más antes de tomar una decisión. Sólo ser consciente de considerar esta locura me pone los cabellos de la nuca de punta, como signo de precaución.

—Frederick cree que sería bueno que vayas a New York y se conozcan, luego el chico vendrá aquí y se casarán —dice mi madre, que se oye precavida por mi evidente molestia.

[…]

Luego de esa tortuosa charla con mis padres y de despedirme de ellos, salgo de allí casi corriendo con la imperiosa necesidad de despejar mi mente. Me hubiera gustado tener a mi prima en casa, sé que ella sería un gran apoyo y me ayudaría a tener una perspectiva más objetiva de lo que he de hacer. Mis padres me han puesto en una gran encrucijada y sé que no ha sido fácil para ellos decírmelo.

Paso a recoger a mi precioso Max a su guardería y, como si el infierno me persiguiera, regreso a la seguridad de mi apartamento. Amo a mi chico, es un gran y fabuloso muchacho que siempre me cuida y me protege. ¿Qué mejor cosa existe en el mundo que sentirse querido y protegido? Pues yo lo tengo en mi amado can. Max es mi cachorrito, un cane corso negro de un año que me enamoró desde el primer momento en que llegué a ese refugio buscado un poco de compañía.

—¿Va a cenar, señorita? —pregunta Susan, como siempre tan formal.

Ese es su saludo para mí.

—Quiero pizza —me limito a decir.

Ella sonríe con encanto, como si fuera una hermana mayor a la que le gusta proteger a su hermana pequeña, sólo porque sabe que soy un desastre que se moriría de hambre. Siempre estoy ocupada y la comida para mí no resulta ser una prioridad; eso me lleva a agradecerle, tanto a ella como a mi secretaria, su cuidado.

—Enseguida se lo preparo —dice y se aleja.

Max corre a la sala a descansar y subo a mi habitación a bañarme y ponerme cómoda luego de un largo día de trabajo y sorpresas. Mientras espero mi cena, preparo lo que será mi entretención para esta noche de viernes. Cine clásico.  El Cantor de Jazz de 1927, Lo Que El Viento Se Llevó de 1939, El Mago de Oz de 1939 y un gran cierre a mi emocionante noche con Monsieur Verdoux de 1949.

—Señorita —llama Susan irrumpiendo en mi habitación de proyecciones.

Soy fanática de las películas, sobre todo de las clásicas, muchas heredadas por mi abuela, así que aprecio este lugar en particular. Es mi lugar de relajación y diversión.

Me tiende el teléfono y lo tomo cuando susurra el nombre de mi prima.

—¡Por fin te acuerdas de mí! —exclama ofendida, sin importarle que ha sido ella quien me ha llamado.

—¡Como si tú me llamaras alguna vez! —le contesto imitándola.

—Soy una mujer ocupada, nena —dice con esa superioridad innata.

Escucho una voz profunda de su lado y ella ríe.

—Y yo soy una vaga mantenida que se la pasa durmiendo —replico. Mi loca prima ríe con descaro—. Si quieres te llamo más tarde.

—Claro que no. Siempre tengo tiempo para mi prima preferida.

—Necesito de tu concejo.

—Cuando no. —Bufo ante su respuesta y vuelve a reír—. Ya cuéntame. ¿Estás saliendo con alguien y quiere saber de alguna rica posición para hacerlo gemir y volverlo loco?

Hago una mueca de desagrado mientras la escucho reír. Me conoce muy bien.

—Más o menos y no.

Al escuchar como muere su risa, sé que he llamado su atención.

—Explícate...

Empiezo a narrarle la fabulosa idea de mis padres y no me interrumpe en ningún momento. Siempre ha tenido una capacidad de escucha increíble. A pesar de sus bromas es una muy buena amiga además de mi prima y casi hermana. Crecimos juntas, mi padre le dio su apellido y creció como mi hermana. Y en eso nos convertimos.

—Intentamos que no tuvieras que hacerlo, pero los Williams no me aceptaron a mí —dice despreocupadamente cuando concluyo mi relato. Y me indigna realmente que no haya tenido la delicadeza de hablarme al respecto—. Algo sobre yo siendo una casquisuelta o algo por el estilo.

Rio entre dientes, pero aprecio de corazón el que haya intentado que no tuviera que pasar por esto.

—Y ahora soy un trueque millonario —digo con evidente pánico. Es imposible no alarmarme por el rotundo cambio que tendrá mi vida.

—¿Tienes algún plan futuro que incluya matrimonio?

—Sabes que no.

—¿Tienes alguna pareja actualmente?

—¿Tengo que contestar a eso?

La tonta ríe y prosigue.

—¿Quieres perder tu herencia?

—No —murmuro, cansada.

Ya sé hacia donde se inclina su respuesta.

—¿Cuál es el problema entonces? A menos que estés esperando a tu príncipe azul, lo que realmente dudo, o quizás quieras dejar que esa gente aproveche la situación. Porque tengo entendido que su empresa es más grande que la de mi tío... —detiene su obvia perorata y suelta una carcajada—. Pero mira lo que encontré.

—¿Qué pasa? —digo, aburrida y con deseos de terminar la llamada.

—Tu futuro esposo es todo un bombón. Es la primera vez en mi vida que lamento no ser tú. Espero me lo compartas ya que no piensas hacer uso de semejante hombre —dice entre risas.

Ruedo los ojos sin prestarle demasiada atención a su emoción. Ya tuve la desdicha de ver fotos de la familia Williams, y ciertamente esos gemelos no me han parecido la gran cosa, con esas caritas bonitas y miradas maliciosas.

—Y creo que él también lo lamentará —concluye con un deje lastimero que me irrita.

—¿Por qué lo dices? —pregunto lo obvio.

Se nota que el hombre escogido para mí es todo un imán para las mujeres y ruego porque no intente ninguna de esas movidas que suelen hacer los hombres necesitados de atención.

—Brianna, sabemos de ese pequeño problema que no deja que se te acerque ningún hombre, pero eres muy hermosa, sexy e inteligente. Bueno, ambas lo somos.

Ella ríe a carcajadas cuando alguien junto a ella murmura algo inentendible para mí.

—La diferencia es que yo escogí el celibato y tú la prostitución —murmuro.

—Y créeme que no me arrepiento. Somos polos opuestos, bebita.

Eso es más que evidente una vez nos escuchan hablar.

—Concluye tu loca idea.

—En realidad, no es ni ninguna idea. Simplemente habla con él y que entienda que son sólo negocios. Así no te tocará y todos felices.

Es una obvia solución que suena a fantasía, pero no estará de más intentarlo.

—Sé que te he dado mucho en que pensar. Me voy a solucionar un problema que tengo entre mis piernas. Espero la invitación a la boda prima la del celibato.

—Disfruta y usa protección, prima la de la prostitución.

—Eso no lo dudes. Y tu disfruta de tu helado.

Cuelga y niego con una sonrisa en mis labios. Me gustaría ser como ella tan relajada, feliz, sin problemas…

Susan relaja mi noche al entrar con mi deliciosa pizza de pepperoni y espinacas, y empiezo mi maratón de películas con ella a mi lado haciéndome compañía. No quiero pensar en nada más por esta noche.

[…]

Me levanto muy cansada. Al final solo logré ver una película, o más bien media. Me pasé gran parte de la noche investigando un poco más sobre mi supuesto futuro esposo y no me sorprendió nada lo que encontré. Otro empresario más con el ego hasta las nubes y sonrisa sobrada. Aunque debo aceptar que me han impresionado sus logros. Con tan sólo veintiocho años, está levantando su propia empresa y ha sido todo un éxito en el mundo tecnológico. No voy a negar que es realmente guapo, no soy ciega, pero encima de todo se nota a leguas ese aire de playboy que me irrita. Aunque no vi una sola foto en la que estuviera acompañado por alguna mujer, al menos no en plan romántico. Lo que si me sorprendió fueron sus amistades, la nieta de un petrolero, el hijo de un senador y el nieto de uno de los hombres más influyentes de la costa este, podría decirse que es el dueño de media Nueva York, y me quedo corta con el viejo Jaco Donovan.

Eso me intimida un poco. A mis veintiséis años apenas estoy empezando a abrirme camino en el mundo empresarial. Casarme con Dante significaría dejar mi trabajo para irme a vivir con él a New York, según mis padres, y no creo que quiera alejarse de su empresa. Hace siete años fundó su propia empresa y al parecer le ha ido bastante bien, a tan corta edad ya es rico por sus propios medios. Eso es lo que deseo para mí, darme a conocer por mis propios logros, por mi esfuerzo, y no por mi padre o por mi “futuro esposo”.

Recuesto la cabeza a las rodillas y me quejo audiblemente.

¿Por qué tengo que ser hija única? En momentos como este desearía tener veinte hermanas, al menos.

[…]

Me levanto a la hora acostumbrada para cumplir con mi rutina diaria. Empezando con un rápido trote de 8 kilómetros junto a mi perro, un relajante baño, cambiarme con un atuendo formal, desayuno, dejar a Max en su guardería y al trabajo.

A media mañana recibo un mensaje de Camelia.

*Yo tuve una muy gratificante noche. Te aseguro que el helado nunca te dará ese mismo placer... Espero que tomes la decisión correcta, esto no sólo se trata de ti. Te quiero. C*

A parte de zorra y buena abogada, es inteligente al señalar lo obvio. No puedo dejar a mis padres solos en esto. Debo ser responsable, después de todo soy la única de mi familia que lo puede hacer.

Quizás parezca estúpido ceder y simplemente correr a casarme con un completo desconocido, pero suelo usar calzones de adulta, así que no hay nada que no pueda lograr. Casarme con cualquier idiotita no me causará problemas. Mi familia y mi patrimonio será siempre una prioridad.

—Estaré arriba, Any —anuncio y mi secretaria asiente, sonrojada por haberla atrapado comiendo en su lugar de trabajo.

Sé que es cuidadosa, al menos desde aquella vez que encontré una mancha de mostaza en un contrato para una empresa de telas que querían usar nuestros servicios para importar telas de la India. Any se disculpa y ruedo los ojos al notar como brillan sus ojos gracias a las lágrimas que lucha por contener.

Estoy segura de que tengo mayores problemas que una secretaria glotona. No tengo intención de alargar esto y no me gusta esperar a que las cosas sucedan si puedo acelerar el proceso yo misma.

—El señor Paterson la recibirá en un momento —avisa su secretaria y me mira de pies a cabeza con desagrado.

Ruedo los ojos y camino mientras reviso los documentos en mis manos, sin darles la importancia que requiere, porque mi cabeza quiere estallar. No me gustan los cambios, aprecio la quietud y la monotonía. Ha sido así para mí desde los diecisiete años, y pensar en alguien como ese hombre en mi vida, me desespera realmente.

—Hola, Brianna —saluda Jared Paterson, mi jefe.

Le conozco desde niños gracias a nuestras familias y, a pesar de sus miradas, siempre he estado segura de que entre nosotros sólo puede haber amistad. Besa el dorso de mi mano dando un paso más cerca de mí, haciéndome sentir incómoda al invadir mi espacio personal. Siempre me habla con la misma coquetería y realmente irritante.

—Señor Paterson —digo seria, y él rueda los ojos.

Me indica el camino y entramos a su oficina.

—¿Cuándo me llamarás por mi nombre? Dos años trabajando juntos, toda nuestra infancia y sigues con lo mismo, hermosa.

Siento su mirada recorrerme de pies a cabeza, y resoplo. Ya me he acostumbrado a eso, él no es el único que lo hace, pero no deja de ser incómodo cuando viene de alguien con quien tengo que tratar diariamente y solía ser muy cercano a mí.

—Ya sabe cómo soy, señor —digo con tranquilidad.

—¿Por qué eres tan fría? Eres la mujer más hermosa y sexy que he conocido en mi vida, y te comportas de esa manera tan distante con todos los que te rodean. No solías ser así.

Esto es lo que no me gusta de él.

—He venido a avisarle que la próxima semana me ausentaré. Iré a visitar a mi novio a New York.

Sonrío mínimamente esperando que detenga su parloteo y me deje en paz de una vez por todas.

—¿Tienes novio? —dice, mostrando su incredulidad—. Siempre te veo sola y…

—No me gusta hablar de mi vida privada y lo sabe, además él vive en New York, como ya le dije.

—Oh... —dice, demostrando una pizca de decepción—. ¿Y es algo serio?

—Sí, señor. Nos casaremos en un mes.

Frunce el ceño, como si fuera la cosa más extraña que ha escuchado. Si no deseara correr a mi oficina para aprovechar el tiempo en mi trabajo, estaría riendo de su extraño gesto.

Le escucho murmurar que está bien y que me tome el tiempo que necesite. Me despido y vuelvo a mi oficina en el área jurídica donde soy la jefa. He tenido problemas aquí por mi edad, dicen que soy demasiado joven para ejercer un cargo tan importante como ese en una empresa tan grande e importante, pero siempre he demostrado ser merecedora de mi lugar, además de contar con el apoyo de mi jefe y de su padre, que fue quien me contrató.

—Camille, acompáñame —digo asomando la cabeza a la oficina de mi compañera.

—Enseguida —contesta y, antes de alejarme, se levanta de su silla con afán y me sigue muy de cerca, presurosa.

Camille Warner es una grandiosa mujer y abogada, fuimos algo parecido a buenas amigas hasta que tuvo la osadía de besarme una noche mientras trabajábamos y éramos las únicas en el piso. Creo que, si alguna vez tuve algún tipo de duda sobre mi orientación sexual, allí quedaron aclaradas. Nuestra “relación” ha sido fría y distante desde ese instante y lo lamento.

Toma asiento en cuanto se lo indico y me mira con algo de temor, quizás por ese tema que nunca tocamos.

—Quería avisarte que... —hablo mientras empiezo a revisar unos contratos de importación, pero me interrumpe preocupada.

—Siento mucho lo de la última vez.  Yo de verdad...

Levanto la mano para que deje de hablar. Sinceramente no quiero saber de ese incómodo tema en particular. No es de mi interés su orientación sexual.

—Me voy a ausentar por una semana y necesito que te hagas cargo de la oficina durante ese tiempo.

Su sonrisa vuelve y suspira aliviada.

—Claro, no tengo ningún problema.

No esperaba menos de ella.

—Ya te puedes ir.

Vuelvo a mi trabajo ignorándola cuando se queda observándome más del tiempo necesario, lo que realmente me fastidia. Cuando finalmente se va, siento mis pulmones relajarse.

Unos toques a la puerta me distraen.

—Salgo a mi almuerzo, señorita Blake —anuncia mi secretaria, deja una bandeja en mi escritorio y recoge algunas carpetas para archivar.

—Muy bien —digo con mi mirada en mis documentos.

—Con permiso.

—Any.

Se devuelve rápidamente y veo, a través de mis pestañas, como espera frente al escritorio sabiendo lo mucho que detesto levantar la voz.

—¿Si, señorita?

—Resérvame un vuelo a New York para mañana a primera hora y también una habitación de hotel.

—Por supuesto —contesta, anota y sale inmediatamente.

Decido descansar un poco y almorzar. El hambre no me invade, es como si el interruptor que le anuncia a mi cerebro esas pequeñeces estuviera desactivado. No digo que tengo problemas con la comida, mi problema es con mi trabajo. No tengo tregua con él y no logro descansar hasta no tener todo al día.

 […]

Al anochecer recibo una llamada de mi madre para invitarme a cenar, solo las dos. Disfruto pasar tiempo con ella, pero sé que el tema de esta noche no será agradable. Me quedo un par de horas antes de encontrarme con mi madre en el lugar que acordamos, su restaurante griego favorito. Me despido de Camille y le dejo algunas indicaciones por si surge algún imprevisto, sobre todo con las negociaciones con los irlandeses. Un negocio que mi jefe desea con muchas fuerzas y no podemos permitir ningún vacío legal.

Llego al restaurante y me guían a la mesa de mi madre, quien ya me espera.

—Hola, mamá.

Le doy un beso y me abraza.

—Mi ángel. Te ves hermosa.

Sonrío mientras ella admira mi atuendo con orgullo, que sólo consta de un vestido azul oscuro ceñido y los zapatos del mismo color. Nada del otro mundo, pero así es ella.

—Lo aprendí de ti —le digo mientras tomamos asiento, a sabiendas de lo que hará en su ego.

—Y aprendiste muy bien, Cielo.

Sonríe.  Ella es tan fácil de complacer.

—Al grano, mami.

Niega y ríe.

—En eso sí te pareces a tu padre —me reprocha y chasquea los dedos, a los segundos llega un mesero demasiado sonriente y pedimos nuestra cena—. ¿Ya has pensado lo de la fusión?

—Sí —mascullo resignada.

—Qué bien. Así me ahorras la charla —dice emocionada—. ¿Y bien?

—Me gustaría conocerlos primero. A él y a toda su familia. Saber qué tipo de personas son.

—Muy sensato de tu parte, no esperaba menos —murmura con ilusión—. Aunque te aseguro que son muy buenas personas. Pero igual tú eres la que se va a casar.

Ruedo los ojos y ríe.

Pasamos la noche hablando de la familia Williams. Quienes son cada uno de los integrantes de esa familia y lo que hacen. Dante, su hermano gemelo Daniel, su hermana Abigail y su sobrino Liam, hijo de Abigail. Mi madre, sin importarle la hora, aprovecha el momento para llamar a la señora Williams, quien parece encantada con mi visita.

Luego de un par de cócteles, tomamos cada una su camino a casa. Mamá se ha ido feliz y seguro papá me llamará para que le cuente lo mismo que le acabo de decir a ella.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo